6 resultados para TRASTORNOS MENTALES - ASPECTOS JURIDICOS
em Universidade Complutense de Madrid
Resumo:
El terrorismo es un grave problema mundial que cada año afecta a un número muy elevado de personas. Solamente en el año 2014 se produjeron en el mundo 13.463 atentados terroristas que provocaron 32.727 muertos, 34.791 heridos y 9.428 secuestrados (National Consortium for the Study of Terrorism and Responses to Terrorism [START], 2015). En España el número de personas fallecidas por atentados terroristas en los últimos 45 años es de 1.220, a las que habría que sumar los miles de heridos y de familiares y allegados de personas fallecidas y heridas. Aunque la mayoría de las víctimas no desarrollarán trastornos mentales a causa de los atentados terroristas y conseguirán recuperarse sin secuelas psicopatológicas significativas, un porcentaje importante sufrirán un trastorno por estrés postraumático (TEPT), depresivo o de ansiedad (García-Vera y Sanz, 2010, 2015). Entre las víctimas directas, la prevalencia del TEPT se ha estimado entre un 10% y un 30% (DiMaggio y Galea, 2006; García-Vera y Sanz, 2015), la del trastorno depresivo mayor entre un 13,3% y un 47,7% y la de los trastornos de ansiedad entre un 6,1% y un 19,8% (García-Vera y Sanz, 2010; Salguero, Fernández-Berrocal, Iruarrizaga, Cano-Vindel, y Galea, 2011). Además, en muchos casos, tales trastornos no parecen remitir con el tiempo y parecen crónicos (García-Vera y Sanz, 2010; Morina, Wicherts, Lobbrecht y Priebe, 2014)...
Resumo:
Disponemos hoy de dos sistemas de clasificación diagnóstica: uno el establecido por la Asociación Psiquiátrica Norteamericana, el Manual Diagnóstico y Estadístico de Trastornos Mentales, DSM-IV-TR, (APA, 2002); y otro, el desarrollado por la Organización Mundial de la Salud, la Clasificación Internacional de Enfermedades CIE- 10 (OMS, 1992) en su décima versión, que se utiliza de manera oficial para codificar las enfermedades en muchos países. En el DSM-IV-TR, el autismo viene incluido dentro del grupo de los trastornos generalizados del desarrollo (TGD) como una categoría diagnóstica que tiene su principal afectación en la alteración cualitativa de la interacción social, la flexibilidad, los intereses restringidos, el lenguaje y la imaginación o el juego. En los últimos años, y muy usado actualmente, se incorpora el término trastornos del espectro autista (TEA). Además de los aspectos ya aceptados en la denominación TGD, el término TEA resalta la noción dimensional de un “continuo” (no una categoría), en el que se altera cualitativamente un conjunto de capacidades en la interacción social, la comunicación y la imaginación. Esta semejanza no es incompatible con la diversidad del colectivo: diversos trastornos, diversa afectación de los síntomas clave, desde los casos más acentuados a aquellos rasgos fenotípicos rozando la normalidad; desde aquellos casos asociados a discapacidad intelectual marcada, a otros con alto grado de inteligencia; desde unos vinculados a trastornos genéticos o neurológicos, a otros en los que aún no somos capaces de identificar las anomalías biológicas subyacentes...
Resumo:
La promoción de una buena salud psicológica infanto-juevenil constituye un objetivo prioritario según lo señalado la Unión Europea en el Informe sobre Salud Mental (2009) y el Pacto Europeo para la Salud Mental y el Bienestar (2008). Al realizar una revisión bibliográfica acerca de los distintos estudios realizados en torno a los trastornos interiorizados en la infancia (ansiedad y depresión), se puede señalar que las investigaciones sobre el comportamiento infantil distan mucho de alcanzar el nivel que se ha obtenido con adultos. A su vez, gran parte de los estudios llevados a cabo con población infantil se han realizado con muestras clínicas. Se ha demostrado que estos trastornos ejercen un impacto negativo importante a lo largo de la vida de las personas,en cuanto a su calidad de vida, sus relaciones tanto interpersonales como académicas o laborales, dando cuenta de problemas conyugales y financieros en pacientes con trastorno de pánico, limitaciones de diversa índole en pacientes con trastorno obsesivo-compulsivo y las altas tasas de divorcio y discapacidad en pacientes con trastorno de ansiedad generalizada (Olantunji, Cisler y Tolin, 2010). Esto no deja de llamar la atención considerando aquellos estudios que refieren que los trastornos de ansiedad desarrollados en la infancia constituyen factores de riesgo para desarrollar trastornos psiquiátricos en la edad adulta. Así por ejemplo, Lewinsohn et al. (2008) realizaron un estudio retrospectivo con una muestra de 816 sujetos menores de 30 años, en el que encontraron que el trastorno de ansiedad por separación (TAS) aumenta la probabilidad de desarrollar trastornos mentales en la adultez temprana en un 78,6%, señalando como conclusión que la detección y prestación de una intervención preventiva en la infancia y en la adolescencia podría reducir el riesgo de presentar una psicopatología en el futuro.
Resumo:
La prevalencia de consumo de tabaco en personas con trastornos mentales oscila entre un 42% y un 78% dependiendo del tipo de trastorno que padezcan (Solty, Crockford, White y Currie, 2009; Stockings et al., 2013), encontrándose las mayores tasas de consumo de tabaco y de dependencia a la nicotina en las personas con trastorno mental grave ingresadas en centros psiquiátricos (Lineberry, Allen, Nash, y Galardy, 2009). Es poco habitual que a los fumadores con psicopatología se les ofrezca tratamiento para disminuir o abandonar el consumo de tabaco, basándose en parte esta decisión en la creencia de que no están motivados para dejar de fumar. Sin embargo, se ha demostrado que muchos de estos fumadores muestran deseos de dejar de fumar, han realizado algún intento en el último año para conseguirlo y refieren que ya no disfrutan fumando, siendo una de sus principales motivaciones la preocupación por el propio estado de salud (Etter, Mohr, Garin y Etter, 2004; Mann-Wrobel, Bennett, Weiner, Buchanan y Ball, 2011)...
Los niveles de homofobia de los futuros docentes: una cuestión de derechos, salud mental y educación
Resumo:
La homofobia es una de las principales causas de discriminación dentro de los centros de enseñanza. El alumnado lésbico, gay, bisexual y transexual (en adelante LGBT) sufre un tipo de acoso específico que se traduce, entre otras cuestiones, en mayores porcentajes de suicidios y trastornos mentales. Esta situación, conocida por la comunidad científica, ha derivado en varios países –como Ecuador– en políticas educativas para la erradicación de la homofobia mediante legislaciones y planes de estudios que así lo establecen. Desde esta perspectiva, resultar lícito plantearse si estas nuevas políticas educativas están logrando formar a las nuevas generaciones de docentes para que puedan atender la diversidad afectivo sexual existente en las escuelas e institutos. Con la intención de dar respuesta a esta pregunta, se presentan los resultados de una investigación que valoró los niveles de homofobia del profesorado ecuatoriano. La muestra estuvo constituida por 465 futuros docentes (n= 465) que estaban realizando el último curso del grado de Magisterio. Para la evalua- ción se diseñó un cuestionario que posteriormente fue validado mediante una comisión de expertos y un estudio piloto. En el presente artículo se exponen los resultados obtenidos, así como las posibles discusiones que de ellos se pudieran extraen.
Resumo:
Bastantes años de práctica de la psicología educativa-comunitaria y especialmente en sus aspectos preventivos y de intervención familiar, hacen plantearse multitud de dudas que no siempre la ciencia escrita consultada resuelve de manera satisfactoria. Es difícil trabajar directamente con los adolescentes sobre los factores de riesgo de padecer TCA, por iatrogenia, pero cuando se actúa con los padres, podríamos conseguir disminuir o impedir, de manera preventiva, padecer este trastorno, sobre todo después de una detección precoz a través de sus factores de riesgo. Así, la hipótesis fundamental planteada es: la información y formación temprana a las familias sobre el desarrollo físico, emocional, social…, las estrategias educativas y de aprendizaje, el cambio y manejo de comportamientos y los criterios básicos en el establecimiento de normas y límites, podrán motivar cambio de actitud y generar estilos educativos que favorecerán la aparición de factores de protección, no solo respecto a los TCA, sino también a otras problemáticas derivadas de la crisis adolescente.. Desde la psicología comunitaria (Smetana, Campione-Barr, y Metzger, 2006) es necesario ajustar los criterios de lo que significa buena investigación en la práctica y tener claro que el objetivo es saber si la práctica implantada se ha hecho según lo previsto, se mantiene en el tiempo y los factores de sostenibilidad que hay que tener en cuenta. (Hoagwood y Johnson, 2003). Las intervenciones según el modelo de salud bio-psico-social (OMS, 1989), están íntimamente relacionadas con lo que las personas hacen, en el medio en el que normalmente se desenvuelven y con los recursos con los que cuentan (Bronfrenbenner, 2005; Tudge, Mokrova, Hatfield y Karnik, 2009). Con estos presupuestos, parece claro, que ni la familia, ni la institución educativa, ni la institución sanitaria por sí solas tienen la respuesta a tan complejas situaciones y es desde el trabajo multidisciplinar desde donde hay que abordarlas (Fernández y Vidal, 2008; Hombrados, 2013). Puede existir un desequilibrio durante la pubertad entre las áreas relacionadas con el proceso emocional y la corteza prefrontal. Este desajuste temporal puede contribuir a la desregulación emocional y un posterior riesgo de sufrir patologías, en muchos casos (Dahl y Gunnar, 2009; Ladouceur, 2012)...