2 resultados para Saer

em Universidade Complutense de Madrid


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En la Argentina de las dos últimas décadas del siglo XX, distintos autores apartan su mirada de la realidad social más reciente para reconducirla hacia otros temas más cercanos a la ficción; de tal manera que encuadran sus novelas en siglos anteriores, como la pampa argentina del siglo XIX, o las trasladan a lugares alejados de Argentina, a Extremo Oriente principalmente. El resultado es un extrañamiento tanto de tiempos como de espacios que hace pensar en el exotismo como la característica principal de las novelas de estos años. Para mostrar este propósito, se analiza una selección de novelas que van desde 1981, año en el que César Aira publica Ema, la cautiva, a 2000, año de la publicación de Un episodio en la vida de un pintor viajero del mismo autor. El nombre de César Aira aparece una y otra vez en estas páginas como novelista y como ensayista que reflexiona acerca del tema objeto de estudio de este trabajo: el exotismo. Pero también se incluyen las novelas de otros autores como Juan José Saer, Rodolfo Rabanal, Osvaldo Soriano, Copi o Alberto Laiseca; además de las obras de algunos de los miembros del grupo Shangai, que nace en 1987 como parodia de los grupos literarios y que tuvo continuidad en la revista Babel...

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El punto de partida es un dato: la obra de Andrés Rivera comenzó a divulgarse raudamente en la década de los 90, cuando hacía más de treinta años que su primera novela se había publicado y había conseguido el reconocimiento de Ricardo Piglia, Juan José Saer, Beatriz Sarlo, María Teresa Gramuglio, entre otros escritores y críticos destacados.1 A sus 86 años, este narrador, que además cuenta con una prolífica producción, es considerado uno de los mejores escritores argentinos contemporáneos. Esta investigación es también un homenaje. No es necesario seguir el camino deductivo que nos impone el dato, pero puede resumirse la conclusión en el hecho de que el nombre de Andrés Rivera no haya ocupado, en su debido momento, el lugar preponderante que se merece en las historias literarias. Tal vez la actitud indiferente, casi siempre inflexible, y la sincera modestia que Rivera manifiesta frente a todo acto que celebre la obra literaria como un objeto trascendental, contribuya a esta situación. Sus apreciaciones sobre la literatura, sobre la función de toda obra literaria remiten siempre a la idea de que ninguna obra puede cambiar el rumbo de la historia, como tampoco a nadie puede cambiarle la vida después de haber leído un libro de ficción. Nos parece, sin embargo, y nos decantaríamos por ello, que se debe en mayor medida a la conducta íntegra que este escritor mantiene y la honradez perseverante que expresa en sus declaraciones, sin importarle a quién o a qué voces literarias autorizadas puedan incomodar sus tajantes palabras. Esta actitud del escritor puede comprobarse en cada una de las entrevistas que se le han realizado hasta el momento: su ideología es siempre la misma...