5 resultados para Nuevo Mundo

em Universidade Complutense de Madrid


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El amplio mapa del Simbolismo europeo vivió un momento sobresaliente a finales del siglo XIX y con el cambio de siglo. Los simbolistas no convivieron como un grupo compacto. Fueron decadentes y estetas a los que unió una búsqueda y un espíritu común. Les interesó lo esotérico, lo secreto y crearon un nuevo mundo hermético con aquello que no está a simple vista en la realidad. Presentaron una irrealidad de ensueño aludiendo a contenidos en profundidad. La atención a lo subjetivo, a la apariencia no objetiva y la oscuridad romántica fueron antecedentes que anunciaron los contenidos cultivados por los simbolistas. La naturaleza difusa del Simbolismo se sirvió de justificaciones poéticas, literarias y filosóficas. Las referencias formales y poéticas atienden a sus dilatados contenidos. La emoción espiritual se adentra en lo intangible e indefinible de la magia simbolista. La influencia del Simbolismo en España se hace notar con cierto retraso y la cronología difiere de los ejemplos del resto de Europa. En el caso español nos movemos entre los años 1890 y 1930. Se ha distinguido un primer núcleo aventajado en Barcelona, con nombres propios como el de Rusiñol y el círculo de los Llimona. Posteriormente los artistas del entorno de Valle-Inclán y su tertulia en el madrileño Nuevo Café de Levante se convertirán en otro exponente que aglutine a artistas diversos. Las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes y la repercusión crítica, también añaden información del impacto simbolista en el arte español. Además del núcleo madrileño existe un conjunto de referentes periféricos y artistas “olvidados” igualmente relevantes. Observando las obras simbolistas, se subraya una actitud común en estos artistas. Este talante es clave para trazar un hilo conductor entre los autores. Las formas varían, los significados se solapan y las señas visuales se alteran al no responder a unos cánones siempre fijos. Por ello, es la actitud lo que une a los pintores, escultores y literatos. Decadentismo, Dandysmo, Ocultismo o Esoterismo, son piezas añadidas a esta amalgama artística. Ser simbolista significa trascender más allá de la vida cotidiana. El simbolista accede y cultiva un universo enigmático, turbador y lírico. Es la vía para abandonar lo rutinario. El artista prefiere ensimismarse y regodearse en la creación. Una complicación añadida a su definición, es la falta de unidad estilística o unas características visuales siempre repetidas. Es importante prestar atención a los contenidos de fondo para distinguir puntos de encuentro comunes. Eso sí, los artistas españoles recibieron estas ideas e influencias de manera muy personal. También se añaden otros aspectos como los Regionalismos o la confrontación España Blanca - España Negra. Las fuentes de inspiración miran al Renacimiento, los Primitivos italianos o los Prerrafaelitas ingleses. Existen problemáticas, convivencias y diferentes ingredientes que se suman al discurso del Simbolismo español. El Modernismo, la Generación del 98, los Nacionalismos históricos, Orientalismo, Flamenquismo, Esteticismo, Wagnerianismo o el paisaje, revelan señas simbolistas. Extensión y posición del Simbolismo español en las afueras del Modernismo catalán es el título de esta Tesis Doctoral, en busca de una definición de un momento artístico complejo, rico y desbordante.

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Se analiza el origen y pervivencia de la teoría de supuestos fenicios en el Nuevo Mundo, particularmente en Brasil, y las imágenes que esa idea proyectó a lo largo del tiempo. Una hipótesis generada entre la intelectualidad europea a partir de la llegada de los primeros navegantes europeos a finales del siglo XV, y alimentada por los relatos de los primeros cronistas y Viajeros Naturalistas del continente americano, considerados sus primeros historiadores, y que intentaron explicar el origen de sus gentes. Una teoría que se fue difundiendo a lo largo de los siglos siguientes, y que posteriormente fue defendida por intelectuales brasileños, dando origen a una polémica atestiguada por una extensa bibliografía. Dicha hipótesis, aunque defendida por religiosos europeos, fue sostenida por exploradores coloniales con intereses económicos en América. Durante el período de unificación de las coronas Ibéricas (1580 a 1640) bajo mando español, se acentuó la defensa de sus premisas. En Brasil, será asumida por representantes de su nueva élite tras la independencia política del país en 1822. A finales del siglo XIX, a partir del presunto hallazgo de cierta epigrafía en su territorio, se producirá el cenit de la creencia de navegantes semitas en el país, convirtiéndose en un tema a la orden del día en el mundo académico. La propagación de dicha teoría parece haber acompañado de forma intermitente varias etapas de la historia de Brasil, empezando por el periodo colonial caracterizado por la expropiación de la tierra al autóctono y el acopio de sus beneficios en manos portuguesas, generados por el comercio de sus productos. Utilizándose mano de obra esclava sobre todo procedente de África, y con base en un gran sistema de tenencia lusa de la tierra. Fue apoyada aun por la literatura europea de los siglos XVII y XVIII, que buscó definir la génesis del Nuevo Mundo considerado inferior...

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A lo largo del siglo XVIII Cádiz fue configurándose como una ciudad de características únicas en la España de la época. Su privilegiada situación geográfica en las rutas marítimas comerciales y el traslado de la Casa de Contratación desde Sevilla (1717), vinieron a hacer de esta ciudad el centro comercial más importante entre Europa y el Nuevo Mundo. Este esplendor se dejó sentir en casi todos los aspectos sociales de la misma. A medida que avanzaba el siglo, fue emergiendo una nueva clase social: la burguesía que adquiriría un peso específico en la vida cultural de la ciudad. Otro importante colectivo dinamizador fue la población extranjera que se asentó en la ciudad atraída por su intensa vida comercial. La confluencia de tantas nacionalidades en el recinto de la ciudad, dotó a Cádiz de un carácter abierto, liberal y acogedor y de un ambiente próspero y tolerante que propició la proliferación de lugares destinados a la diversión y el ocio. Durante algunos años del siglo XVIII Cádiz contó con tres teatros que funcionaron de manera simultánea: la Casa de Comedias (creada en el siglo XVII), el Coliseo de Ópera (1761-1779) y el Teatro Francés (1769-1779). Las características de la sociedad gaditana unidas a la amplia infraestructura teatral de la ciudad convirtieron a Cádiz en un centro de gran predisposición para albergar uno de los espectáculos que mayor importancia estaba adquiriendo en aquellos años: la ópera. Durante los años de vida del Coliseo de Ópera llegaron a Cádiz un gran número de compañías italianas portando el repertorio más en boga del momento, pudiendo disfrutar así los gaditanos de las tendencias musicales imperantes en el resto de Europa. Con la clausura de este teatro y el regreso de las compañías italianas a su país, la actividad operística en España entró en crisis; no sería hasta el año 1787 que comenzaría el movimiento de restauración de la ópera, en el que Cádiz participaría de manera muy activa. Los primeros años del siglo XIX (1802-1808), se caracterizaron por la incorporación de repertorios de autores franceses (Dalayrac, Boieldieu, Della-Maria, Isouard), y por el intento de creación de un modelo de ópera propiamente español. En estos años Cádiz se mantuvo como ciudad de referencia del mundo operístico; la presencia de Manuel García y Esteban Cristiani fue decisiva para que en la ciudad se conocieran las primeras obras de estos emblemáticos compositores...

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Los libros de caballerías castellanos suponen uno de los géneros más destacados y transcendentales del siglo XVI, por encima de otros que, aparentemente, tuvieron una enorme relevancia para sentar las bases de la narrativa moderna; nos referimos a la ficción pastoril, la picaresca, la sentimental o la bizantina. Señalamos como principio y origen del mismo la publicación de la primera edición del Amadís de Gaula de Garci Rodríguez de Montalvo, a partir de la versión primitiva medieval, en 1508. Tuvieron un éxito sin precedentes en la época, como lo corroboran los más de ochenta títulos que forman parte del corpus caballeresco y una difusión de casi dos siglos, desde finales del siglo XV hasta comienzos del siglo XVII, tanto de manera impresa como de forma manuscrita. Sin duda, podemos asegurar que eran los best-seller de la época, convirtiéndose en todo un fenómeno literario, con una notoriedad que traspasó nuestras fronteras peninsulares, tanto en Europa como en América. Prueba de ello son las numerosas traducciones que se hicieron en Italia, Francia, Alemania, Holanda, Inglaterra, Portugal e incluso hasta una versión hebrea del primer libro del Amadís de Gaula. En cuanto a su influencia en el Nuevo Mundo no podemos dejar de mencionar, a modo de curiosidad, cómo estos libros dejaron su huella a través de los conquistadores. Así, Magallanes llamó patagones a los aborígenes de la región austral de Sudamérica por influencia del Primaleón, del que deriva el topónimo Patagonia y Las Sergas de Esplandián, de Montalvo, fue fuente de inspiración para otros dos topónimos: California y Amazonas...

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Considerado uno de los pioneros de la reflexión teórica en torno a los nuevos medios de comunicación, Geert Lovink (Amsterdam, 1959) comenzó a escribir sobre Internet, las nuevas tecnologías y la cultura digital en la década de los noventa como miembro de Adilkno (Fundación para el Avance del Conocimiento Ilegal). En 2004 fundó en Amsterdam el Institute of Network Culture, dedicado a la exploración, documentación y promoción de los nuevos medios de comunicación como herramientas del cambio social. Muchos de sus proyectos exceden los marcos puramente tecnológicos y se adentran en terrenos estéticos y culturales.