4 resultados para Dicotomía

em Universidade Complutense de Madrid


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Cada año que pasa desde que se le concediera el premio Nobel en 2009 a Elinor Ostrom por su trabajo en la gobernanza de los bienes comunes sus análisis cobran importancia y más notoriedad. El mundo que nos rodea está cambiando de forma rápida y constante, creando nuevos retos a nivel mundial. Los resultados de las investigaciones de Elinor Ostrom (1933-2012) han levantado expectativas sobre mecanismos alternativos para movernos hacia un entorno político, social, económico y natural renovado y más sostenible. En este trabajo se explora la perspectiva de esta pensadora respecto a cuestiones como la sostenibilidad de los recursos naturales, la organización social o la iniciativa individual dejando a un lado la dicotomía estado-mercado.

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El objetivo de este trabajo ha sido honrar al gran protagonismo del que ha gozado el concepto de conflicto en la tradición de la sociología y aún más si cabe en los debates teóricos que más han recientemente han tenido lugar en su seno. La perspectiva que hemos adoptado, sin embargo, ha sido la de un análisis crítico que nos permitiera afrontar el enmarañado “juego de lenguaje” que se ha constituido en derredor suyo, producto de la multitud de paradigmas teóricos y campos de estudio empírico en los que se ha desarrollado. No ha sido nuestra finalidad tanto el conseguir la definición más depurada del mismo como la articulación de una larga serie de términos inscritos en su campo semántico, con la intención de elaborar una cartografía, lo más inclusiva posible, de los distintos significados, esto es, usos, que en un plano teórico ha recibido el conflicto, pues pensamos que esa diversidad da cuenta de aplicaciones fructuosas y necesidades reales de la investigación. No obstante, hemos tratado de conjugar esa diversidad en un esquema con sentido que pudiera eliminar paradojas y abrir vías alternativas en algunos callejones sin salida. Nuestra apuesta a la hora de afrontar esta crítica conceptual del conflicto ha sido una reconstrucción teórica a partir de las dimensiones metateóricas que consideramos fundamentales, siendo nuestra principal baza la continuidad con los trabajos que han hecho de la inclusión de la dicotomía conflicto-integración uno de sus rasgos definitorios, frente a los intentos de diversos teóricos de reducirla a algunas de las otras más frecuentemente utilizadas. Hemos defendido, por tanto, la autonomía analítica de lo que hemos preferido llamar relaciones opositivas y no-opositivas en la distinción de tipos teóricos de relaciones, implicando con ello la imposibilidad de limitarlas a uno solo de ellos y potenciando su dispersión en, lo que creemos que es, un reflejo de esa diversidad de usos productivos que hemos podido contemplar en la historia de la sociología...

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El conflicto puede generarse cuando el equilibrio de poder entre las partes interesadas se desplaza, empoderando a unos y desempoderando a otros (McKercher et al. 2005). El Patrimonio, entendido como una valoración social incorporada a la realidad (Barreiro en prensa)1, forma un entramado ideal para convertirse en un inductor de conflictos, pues incluye la percepción de diferentes grupos, o individuos, con diferentes posiciones de poder en torno a los procesos de su gestión y su impacto. En 2012 y tras diez años de cierre preventivo de la Cueva de Altamira, se aprobó el Programa de Investigación para la Conservación Preventiva y Régimen de Acceso de la Cueva de Altamira, generando un activo debate en torno a la dicotomía cierreapertura. Con el objeto de profundizar en la caracterización de Altamira como enclave patrimonial, el Programa incorporó un estudio de Valor Social, cuyos resultados deberían servir, como los de los restantes proyectos del Programa, para optimizar las condiciones de gestión del sitio. Como parte del equipo de trabajo, a través de la presente comunicación, pretendemos analizar Altamira como espacio de conflicto durante el proceso de ejecución del Programa, convirtiéndonos a su vez en actores integrantes de dicho conflicto. Con la pretensión de obtener una idea global e integrada de Altamira, implementamos diferentes técnicas cualitativas y cuantitativas de investigación, a través de una aproximación interdisciplinar. Desde técnicas antropológicas y sociológicas, identificamos una variedad significativa de actores sociales(comunidad local, visitantes, personal del museo, especialistas en conservación, actores políticos, investigadores, empresarios, etc.) de diversos ámbitos territoriales (municipal, autonómico y estatal) que encarnaban las aristas de un conflicto poliédrico. Nuestro fin era analizar las distintas posiciones de poder desde las que los actores conformaban sus valoraciones sobre Altamira. Entre los múltiples resultados del estudio destacamos una normalización de la importancia del “valor” de Altamira en relación a otros espacios patrimoniales; una instrumentalización de dicho espacio desde la política para potenciar el valor económico de la zona; y una idealización del papel de los expertos en Patrimonio para decidir sobre la apertura-cierre de Altamira.

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Vivimos en una sociedad en la que el concepto del “yo” requiere de la existencia del “otro”. Por lo tanto, “la mujer” es el “otro” del “hombre”. Ser mujer significa existir para los demás. Maternidad convertida en único proyecto vital; piedra angular del éxito del hogar. Una mujer es vista como un objeto de deseo; como un cuerpo útil que amamanta a sus hijos; una mujer que satisfaga las necesidades. Eternas dicotomías hombre/mujer que ponen de manifiesto el modelo de opresión y coacción: cultura/naturaleza, opresor/oprimidos. Otra dicotomía posible: mujer como madre, o mujer como ser sexual. La enfermedad es dolor, lágrimas, pérdida de fuerza, asfixia, depresión. Pero el dolor es necesario; el dolor nos recoloca en el mundo y nos confirma como cuerpo, nos da la certeza de nuestra propia existencia. Todo el mundo enferma. Algunos con mucha más frecuencia que otros. Otros parecen vivir en hospitales. Por otro lado, rechazamos a los enfermos, quitamos de delante de nuestros ojos a los que sufren. Les metemos en la cama. Estar enfermo es existir entre la vida y la muerte. Es un estado transicional. Una persona puede estar vivo o muerto, pero no entre medias. Los períodos de transformación son peligro, desorden, desequilibrio, amenaza. Todo el mundo tiene miedo de la enfermedad. Es como si con sólo pensar o decir la palabra, pudieras infectarte tú y todo el mundo que te rodea. Tenemos estrictas normas estéticas: debes estar siempre sano, siempre joven, siempre fuerte. Los medios de comunicación imponen modelos casi imposibles. Cualquier persona que contradiga estas exigencias estéticas, que viole los códigos de la belleza, se encuentra fuera de la existencia cotidiana. Debemos recuperar la herida; dejemos que la sangre fluya; escuchemos los gritos de dolor; olamos la carne podrida disimulada tras la estúpida intención humana de ocultar la evidencia inevitable. No podemos evitar nuestra condición biológica, la finitud. No somos mecanismos perfectos; somos seres humanos imperfectos. Podemos cambiar este sistema. Mostremos la llaga. Aniquilemos la vergüenza de sentirse imperfecto. No nos avergoncemos de tener cuerpos imperfectos. Nuestros cuerpos necesitan cicatrices, y las cicatrices necesitan a nuestros cuerpos...