2 resultados para Coacción extraeconómica

em Universidade Complutense de Madrid


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Entendemos por coerción como la presión ejercida sobre alguien para forzar su voluntad o su conducta. El concepto de coerción transciende la Salud Mental y afecta a distintas disciplinas como la filosofía, ética, derecho o política. Dentro de las medidas coercitivas que se usan en el campo de la Salud Mental distinguimos entre aquellas que se ejercen dentro de un marco normativo, a las que nos referimos como medidas formales de coerción (hospitalización involuntaria, aislamiento, contención mecánica y química) y otras, objeto de este estudio, denominadas informales o encubiertas, que son aquellas estrategias coercitivas utilizadas como forma de presión sobre el paciente, principalmente ambulatorio, y que se escapan a cualquier normativa o jurisprudencia. Szmukler y Appelbaum definen cuatro niveles diferentes de coerción informal: persuasión, influencia interpersonal, inducción y amenaza. Aunque existe bastante investigación sobre coerción formal en los últimos treinta años, no es así en el caso de la coerción informal, si bien se ha intensificado en la última década. Es más, apenas existen estudios que recojan las opiniones de los profesionales sobre la misma y los que existen se concentran países desarrollados, ignorando aspectos socioculturales, de tradición psiquiátrica y organización asistencial que pueden influir en el uso de este tipo de estrategias...

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Vivimos en una sociedad en la que el concepto del “yo” requiere de la existencia del “otro”. Por lo tanto, “la mujer” es el “otro” del “hombre”. Ser mujer significa existir para los demás. Maternidad convertida en único proyecto vital; piedra angular del éxito del hogar. Una mujer es vista como un objeto de deseo; como un cuerpo útil que amamanta a sus hijos; una mujer que satisfaga las necesidades. Eternas dicotomías hombre/mujer que ponen de manifiesto el modelo de opresión y coacción: cultura/naturaleza, opresor/oprimidos. Otra dicotomía posible: mujer como madre, o mujer como ser sexual. La enfermedad es dolor, lágrimas, pérdida de fuerza, asfixia, depresión. Pero el dolor es necesario; el dolor nos recoloca en el mundo y nos confirma como cuerpo, nos da la certeza de nuestra propia existencia. Todo el mundo enferma. Algunos con mucha más frecuencia que otros. Otros parecen vivir en hospitales. Por otro lado, rechazamos a los enfermos, quitamos de delante de nuestros ojos a los que sufren. Les metemos en la cama. Estar enfermo es existir entre la vida y la muerte. Es un estado transicional. Una persona puede estar vivo o muerto, pero no entre medias. Los períodos de transformación son peligro, desorden, desequilibrio, amenaza. Todo el mundo tiene miedo de la enfermedad. Es como si con sólo pensar o decir la palabra, pudieras infectarte tú y todo el mundo que te rodea. Tenemos estrictas normas estéticas: debes estar siempre sano, siempre joven, siempre fuerte. Los medios de comunicación imponen modelos casi imposibles. Cualquier persona que contradiga estas exigencias estéticas, que viole los códigos de la belleza, se encuentra fuera de la existencia cotidiana. Debemos recuperar la herida; dejemos que la sangre fluya; escuchemos los gritos de dolor; olamos la carne podrida disimulada tras la estúpida intención humana de ocultar la evidencia inevitable. No podemos evitar nuestra condición biológica, la finitud. No somos mecanismos perfectos; somos seres humanos imperfectos. Podemos cambiar este sistema. Mostremos la llaga. Aniquilemos la vergüenza de sentirse imperfecto. No nos avergoncemos de tener cuerpos imperfectos. Nuestros cuerpos necesitan cicatrices, y las cicatrices necesitan a nuestros cuerpos...