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em Universidade Complutense de Madrid
Resumo:
A finales de la década de los años veinte el cine mudo estaba llegando a su fin y comenzaron a producirse masivamente películas habladas. Los grandes estudios de Hollywood temen perder público fuera de Estados Unidos y antes de decidirse por el doblaje, ya que este sistema presentaba en aquella época problemas de sincronización, comienzan filmar versiones múltiples de un mismo guion en diferentes idiomas para exportar a los países de habla no inglesa. Dentro de todas las películas en español producidas por Hollywood, esta tesis doctoral está centrada únicamente en las de género fantástico. Es cierto que en las versiones en español encontramos pocas de dicho género, pero dentro de las existentes hay películas muy variadas, desde películas totalmente de género como las dos versiones de Drácula hasta otras que contienen elementos fantásticos lo suficientemente interesantes como para ser incluidas en esta investigación. La mayoría de las versiones en español que se produjeron en la década de los años treinta eran comedias o melodramas, los dos géneros más populares de la época. Pero de las más de cien películas en español que se filmaron en Hollywood durante la década de los años treinta algunas pueden catalogarse dentro del género fantástico. Estas películas son: ¡Pobre infeliz! (Charles Rogers, 1930), versión en español de The Shrimp (Ídem, Charles Rogers ,1930); Noche de duendes (James Parrott, 1930), versión en español de The Laurel-Hardy Murder Case (Ídem, James Parrot, 1930); La voluntad del muerto (George Melford, 1930), versión en español de The Cat Creeps (Rupert Julian, John Willard, 1930); Wu Li Chang (Nick Grinde, 1930), versión en español de Mr. Wu (William Night, 1927); Drácula (George Melford, 1931), versión en español de Drácula (Dracula, Tod Browning, 1931); Cheri-Bibi (Carlos F. Borcosque, 1931), versión en español de The Phantom of Paris (Ídem, John S. Robertson, 1931) y El último varón sobre la tierra (James Tinling, 1933), versión en español de It's Great to Be Alive (Alfred L. Werker, 1933)...
Resumo:
La Mezquita de Córdoba fue reconocida por Unesco en 1984 como Patrimonio Mundial por constituir la obra cumbre del arte islámico y andalusí en Europa y ser paradigma universal de concordia entre culturas. Construida en el año 785 por Abderramán I, en 1523 Carlos I autoriza edificar en su interior una Catedral renacentista que rompió la infinitud del bosque de columnas al tiempo que precipitó un mestizaje sin precedentes del islam y el cristianismo. Ambas realidades artísticas, históricas y culturales han convivido durante siglos en Córdoba hasta que en 1998, el Cabildo catedralicio, sus actuales gestores, se propusieron borrar la huella andalusí de todos los documentos oficiales de divulgación hasta el punto de eliminar el nombre de Mezquita y suprimir toda alusión a la arquitectura y herencia omeya de un monumento que es conocido en todo el mundo como el edificio andalusí emblemático por excelencia. En un acto de intolerancia y expolio cultural, el Obispado pretendió roclamar la supremacía católica sobre el Islam a costa del sentido común, de la historia, del arte, de la arquitectura y de la memoria de Córdoba y su significado en el mundo. En febrero de 2014, un grupo de ciudadanos cordobeses organizados como “Plataforma Mezquita-Catedral, Patrimonio de Tod@s” lanzó una campaña de denuncia que ha logrado reunir más de 385.000 firmas para reclamar la restitución del nombre y la memoria del universal monumento y exigir una gestión profesional. Entre los firmantes, se encuentran personalidades de la cultura de la talla de Juan Goytisolo, José Manuel Caballero Bonald, Emilio Lledó, Josefina Molina, Antonio Muñoz Molina, Antonio Gala, Rosa Montero, Norman Foster, Eduardo Galeano, Federico Mayor Zaragoza, Manolo Sanlúcar, José Chamizo y muchos otros de reconocido prestigio. La Plataforma ciudadana estima que la actual gestión de la Mezquita-Catedral de Córdoba es profundamente lesiva para la integridad del monumento, desleal con su historia, ofensiva con la memoria de Córdoba y contraria a los valores fundamentales sobre los que la Unesco la reconoció en 1984 como Patrimonio Mundial.