2 resultados para Agualusa, José Eduardo 1960

em Universidade Complutense de Madrid


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En la historia peruana contemporánea, la obra en materia de educación del Presidente Ramón Castilla, a mediados del siglo XIX, no tuvo continuadores. Recién a comienzos del siglo XX aparecieron la política educacional como intransferible responsabilidad del Estado y el sistema de educación como un conjunto coherente de principios, normas y lineamientos pedagógicos y políticos que dan sentido y guían la actividad educativa. Los ecos de la polémica decimonónica entre conservadores y liberales, pero, sobre todo, el trauma nacional ocasionado por la derrota en la Guerra con Chile, convencieron al sector lúcido de la clase dominante de que era necesario ir reconstruyendo el país y organizándolo de una manera eficiente para su mejor inserción en el sistema de relaciones a nivel mundial. En la perspectiva de alcanzar este objetivo, la educación debía cumplir un papel de mucha importancia. Así se inició una nueva etapa de la educación peruana. Desde el Gobierno del Presidente José Pardo, entre 1904 y 1908, hasta el del Presidente Fernando Belaúnde, de 1963 a 1968, se dictaron una serie de medidas de desarrollo escolar y mejoramiento pedagógico, que no llegaron a satisfacer, ni cuantitativa ni cualitativamente, el anhelo indetenible y generalizado de educación y cultura de la mayoría de la nación, porque no tomaron en cuenta la realidad social y el ordenamiento institucional en los que se da la actividad educativa, sea esta espontánea o intencional. Durante varias décadas se invocó y se ensalzó a la educación como “milagrosa” herramienta de progreso, pero este estuvo muy lejos de ser alcanzado como meta de realización individual y colectiva. Constatada en 1970 la inoperancia del sistema de educación tradicional a través de un diagnóstico objetivo y rigurosamente fundamentado (el Informe General) sobre el proceso educativo nacional y la realidad social condicionante, el Gobierno militar peruano encabezado, entre 1968 y 1975, por el General Velasco Alvarado tomó la decisión de llevar a cabo una profunda reforma de la educación, partiendo de nuevos fundamentos políticos y educativos.

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El objetivo de este ensayo crítico es realizar un retrato biográfico del pintor y escritor Eduardo Arroyo (Madrid, 1937) para, a partir de él, llevar a cabo a un análisis temático y formal de su producción pictórica. Su obra, una de las propuestas figurativas más singulares del arte europeo contemporáneo, es testimonio de la actualidad, de lo público, al tiempo que un registro de su historia personal. Por medio de sus cuadros, Arroyo pone de manifiesto la posición crítica que ha adoptado con respecto a su contexto histórico-social, marcado durante más de tres décadas por la dictadura franquista, más tarde, por la transición democrática y en tiempos recientes por las transformaciones ocurridas en el proceso de homogeneización del mundo occidental. Así, desde comienzos de los años sesenta del siglo pasado, no ha dejado de cuestionar la validez de la historia, como disciplina que narra sucesos, de polemizar sobre los fundamentos del arte de vanguardia, además de destacar la responsabilidad ética del pintor actual en una época en la que se ve peligrar la supervivencia de su oficio. Para definir las obsesiones que han conformado su creación, detestaciones, pasiones y ambiciones, se ha extraído el ideario artístico del pintor de las fuentes primarias existentes, como son ensayos de carácter autobiográfico, artículos periodísticos, entrevistas, memorias y disertaciones públicas. En el caso de un creador locuaz, que ha sido calificado de «prestidigitador de la palabra», en virtud de las declaraciones hechas sobre los más diversos temas de la cultura, este abundante material tiene un valor extraordinario. Dichas confesiones se han puesto en relación con los ciclos pictóricos desarrollados por el artista para ser analizados a la luz de la bibliografía crítica existente sobre la materia. Entre los escritores y especialistas que han abordado su obra destacan: Francisco Calvo Serraller, Bernard Dahan-Constant, Fabienne di Rocco, Juan Goytisolo, Fernando Savater, Michel Sager, Leonardo Sciasca, Jorge Semprún, Wener Spies, José Miguel Ullán o María Zambrano...