4 resultados para frase

em Biblioteca Digital de la Universidad Católica Argentina


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Introducción: “A veces me gusta tomarme un tiempo para observar el mundo y ver lo increíble y lo frágil que es todo”, “Si te conocés desde chico con alguien, entonces podés ser chico cuando quieras”, “Mi nación es cualquier lugar donde alguien se abrace”. Expresiones como éstas cautivan a los lectores por su profundidad, su delicadeza, su capacidad de observación y de síntesis para nombrar los grandes temas de la existencia. La elección de cada palabra y su orden en la frase están cuidadosamente sopesados; hay un uso peculiar de los adjetivos y las estructuras sintácticas que contribuye a la densidad del discurso. Estos pequeños textos lingüísticos nos sitúan, por lo tanto, frente a lo que Roman Jakobson llamó la “función poética” del lenguaje. Este tipo de frases abundan en Macanudo, la tira creada por Ricardo “Liniers” Siri que, desde el año 2002, se publica diariamente en la última página de la sección Espectáculos del periódico argentino La Nación. La tira ha sido tan bien aceptada por el público que ya lleva una década en el diario y su autor ha reunido ese material en diez libros. Además de su poesía verbal, son muchos los factores que hacen de Macanudo una historieta especial, diferente de la mayoría. Por empezar, se trata de una tira que aloja las historias y ocurrencias de múltiples personajes, algunos fijos, otros esporádicos y unos cuantos que tan sólo viven un día. Los dibujos de Liniers complementan la escritura reforzando la configuración de un universo propio, dotado de sensibilidad, humor y ternura. En su espacio tienen lugar la reflexión filosófica y sociopolítica, así como cuestiones relacionadas con los vínculos humanos, la creación artística y, especialmente, el rol que ocupan el arte y la industria cultural en nuestra vida cotidiana...

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En 1985, Alfonso Guerra, entonces vicepresidente del gobierno español encabezado por Felipe González, pronunció una frase destinada a hacerse famosa: “Montesquieu ha muerto”. Fue vertida cuando el partido socialista (PSOE) aprovechó la mayoría parlamentaria recién alcanzada para reformar la Ley Orgánica del Poder Judicial. De acuerdo con esa reforma, los vocales del Consejo General del Poder Judicial (equivalente a nuestro Consejo de la Magistratura) debían en adelante ser elegidos por el parlamento y no, como hasta entonces, mayoritariamente por los mismos jueces, fórmula a la que se tachaba de “corporativista”2. Los críticos advirtieron allí un intento de manejar los tres órganos clásicos del Estado para un proyecto de gobierno a largo plazo. Nada mejor, para eso, que enterrar de una buena vez por todas al viejo y quizás molesto señor de la Brède y barón de Montesquieu. Como buen político, Guerra, en sus memorias3, negó haber pronunciado literalmente aquella fórmula, aduciendo haber sido sus declaraciones tomadas fuera de contexto, etc...

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Resumen: San Vicente de Paúl se revela no sólo como el santo defensor de los pobres, sino como un maestro de oración. Este artículo quiere detenerse en este último aspecto. Veremos cómo plantea San Vicente la vida de oración y de devoción. Como es un santo minucioso, propio del barroco del siglo XVII, nos señalará detalladamente como se puede mejorar la práctica de la oración. Al mismo tiempo, hará hincapié en que una vida de oración demuestra su coherencia en la medida que se abre a la caridad fraterna y al servicio a los hermanos que padecen. De tal modo, la oración nos capacita para cumplir cabalmente la Voluntad de Dios. Idea que se puede resumir en su frase: “Denme un hombre de oración y será capaz de todo”.

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Resumen: Muy a menudo se escucha hablar de la Iglesia como santa y prostituta o como santa y pecadora, invocando como argumento decisivo que los Santos Padres decían que la Iglesia es una casta meretrix. Algún que otro teólogo lo pone por escrito sin citar la fuente; lo mismo dice algún predicador. Según parece, este testimonio patrístico cuadraría para poder hablar de los pecados de la Iglesia. Ahora bien, respecto a esta fórmula lo primero que hay que señalar es que se trata de un hapax de la literatura patrística, sólo se encuentra una vez en San Ambrosio. La figura retórica utilizada indica algo insólito que el lector moderno debe tratar de entender. Sobre todo, porque para quien acuñó la frase, lejos de aludir a algo pecaminoso, quiere indicar la santidad de la Iglesia. El artículo presenta la reflexión eclesiológica de este padre de la Iglesia que lo lleva a expresarse de esa manera y, a la vez, invita a situar en su contexto y en sus perspectivas concretas las afirmaciones patrísticas para traducirlas, interpretarlas y relacionarlas con nuestro modo de plantear los problemas.