3 resultados para Guillaume de Saint-Pair, fl. ca. 1170.
em Biblioteca Digital de la Universidad Católica Argentina
Resumo:
Resumen: El autor nos ofrece una rápida visión de la Trinidad en Justino, fruto de una larga investigación. Resume primero el camino del Diálogo, donde Justino atribuye las teofanías del Antiguo Testamento al Logos. Este Dios es numéricamente distinto del Padre Creador del universo, pero está por debajo de él. En las Apologías, en cambio, se confronta con el paganismo y el platonismo: ubica al Logos en el segundo lugar, y al Espíritu en el Tercero. El Hijo, unigénito, es engendrado por el Padre antes de las creaturas, sin dividirlo, sino como un fuego enciende a otro fuego. El Padre todo lo hace por medio de él. Poco alude a la actividad propia del Espíritu profético. Estos dos caminos confluyen en una cierta inferioridad del Hijo respecto al Padre, la que es típica de diversos Padres prenicenos. Los perversos demonios han perseguido a todos los que, como Sócrates, han vivido según el Logos. Platón copió a Moisés sin entenderlo del todo. La cruz del Hijo es cósmica. Jesús es el maestro crucificado
Resumo:
Resumen: El salmo 106 (107) es una confesión de la misericordia de Dios que hace desvanecer las necesidades y angustias de quien clama a Él en distintas instancias de su camino de purificación y perfección. A la vez que confiesa, exhorta a la confesión. Esta confesión está estrechamente unida a la confianza y al abandono en Dios a las que, a su vez, se dirige dicha purificación. En la traducción jerónima iuxta Hebraeos hay marcas lingüísticas que indican el sentido de esta confesión, especialmente mediante la estructura confiteor + dativo.
Resumo:
Resumen: Muy a menudo se escucha hablar de la Iglesia como santa y prostituta o como santa y pecadora, invocando como argumento decisivo que los Santos Padres decían que la Iglesia es una casta meretrix. Algún que otro teólogo lo pone por escrito sin citar la fuente; lo mismo dice algún predicador. Según parece, este testimonio patrístico cuadraría para poder hablar de los pecados de la Iglesia. Ahora bien, respecto a esta fórmula lo primero que hay que señalar es que se trata de un hapax de la literatura patrística, sólo se encuentra una vez en San Ambrosio. La figura retórica utilizada indica algo insólito que el lector moderno debe tratar de entender. Sobre todo, porque para quien acuñó la frase, lejos de aludir a algo pecaminoso, quiere indicar la santidad de la Iglesia. El artículo presenta la reflexión eclesiológica de este padre de la Iglesia que lo lleva a expresarse de esa manera y, a la vez, invita a situar en su contexto y en sus perspectivas concretas las afirmaciones patrísticas para traducirlas, interpretarlas y relacionarlas con nuestro modo de plantear los problemas.