121 resultados para Tomás de Aquino, ,Santo 1225-1274?
Resumo:
Resumen: En el presente artículo se pretende precisar algunos aspectos que nos parecen centrales sobre el aporte de Tomás de Aquino a la noción de homónoia de Aristóteles. De tal forma que nuestro esfuerzo estará centrado, primero, en los aportes y profundización del Angélico al concepto homónoia o concordia, principalmente por medio de la precisión que identifica este entre la concordia y la justicia; y, segundo, en la comprensión de la concordia como causa eficiente del Estado o asociación política.
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Las múltiples interpretaciones y confrontaciones del pensamiento tomasiano con la fenomenología no datan de hoy. Prueba de ello, si la hay, es que la actualidad del tomismo nunca ha dejado de ocupar a los mismos fenomenólogos. Los ejemplos son múltiples, y aun genealógicos, de manera que puede establecerse una verdadera tradición, e incluso filiación, del desarrollo de la fenomenología en Tomás de Aquino. Por lo tanto, como fenomenólogo y como medievalista según un camino hoy ampliamente establecido, intentaremos por nuestra parte sólo señalar, pero de manera radical, aquello que para nosotros constituye “la cosa misma” de toda la tentativa tomasiana con respecto a nuestra modernidad: un verdadero pensamiento del “límite” entendido aquí como finitud filosófica, releída también a la luz de la teología.
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Pocos días antes del cierre del Concilio Vaticano II, el papa Pablo VI expresaba a los miembros de la Academia Santo Tomás de Aquino lo siguiente: …vuestros estudios pueden contribuir a disipar el menosprecio de un cierto número de creyentes que hoy son tentados por un renaciente fideísmo. Al no atribuir valor más que al pensamiento de tipo científico, y desconfiando de las certezas propias de la sabiduría filosófica, son llevados a fundar sobre una opción de la voluntad su adhesión al orden de las verdades metafísicas. Frente a esta abdicación de la inteligencia, que tiende a arruinar la doctrina tradicional de los preámbulos de la fe, vuestros trabajos deben evocar el valor indispensable de la razón natural, solemnemente afirmado por el Concilio Vaticano I (Dz-Sch. 3004, 3009, 3015 y 3026), en conformidad con la enseñanza constante de la Iglesia, de la que Santo Tomás de Aquino es uno de los testimonios más autorizados y eminentes...
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Sería excesivo afirmar que buena parte de la obra de Santo Tomás haya tenido como trasfondo el combate contra el Islam, pero tampoco puede ignorarse que el contexto histórico-cultural en el cual desarrolla su pensamiento el Aquinate se encuentra fuertemente encuadrado por aquél, tanto por su religión como por su filosofía.
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No necesitamos justificar la actualidad del problema mente-cuerpo en una parte importante de la filosofía contemporánea. Puede decirse que el nacimiento oficial del asunto se remonta a dos artículos pioneros aparecidos en 1958 y en 1959 escritos por Herbert Feigl el primero y J.J.C. Smart el segundo. Se trata de un asunto planteado en buena medida a partir de los descubrimientos en materia de anatomía y fisiología cerebral y de la relevancia del funcionamiento del cerebro en los actos mentales. Sin ánimo de simplificar excesivamente, puede decirse que las neurociencias se proponen hallar en la complejidad de la organización cerebral la explicación fundamental de la mente misma, e incluso de los actos humanos.
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Introducción: El propósito primero de este trabajo es analizar la encíclica social Caritas in Veritate teniendo como clave interpretativa de este documento la noción de globalización1. Nos parece que esta idea, si se entiende en sus múltiples dimensiones, puede contribuir a desentrañar las complejidades de la tercera y última encíclica de Benedicto XVI. Fechada el 29 de junio de 2009, este documento se presenta como una relectura de la carta Populorum Progressio a más de cuarenta años de su publicación y, en la misma línea del documento de Pablo VI, pretende dar las orientaciones pastorales para el desarrollo integral de la humanidad en una época cuya principal característica es «el estallido de la interdependencia planetaria, ya comúnmente llamada globalización» (nn. 8,10, 33)...
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El siglo segundo de nuestra época se caracterizó por una cierta complacencia en la grandeza de la civilización romana, en su poder y la seguridad que ofrecía. Era un tiempo de prosperidad; se fundaron escuelas en diversas ciudades de las provincias del imperio. El emperador Marco Aurelio estableció en Atenas una universidad internacional con cuatro cátedras, una para cada una de las cuatro grandes escuelas de filosofía. Hubo también un renacimiento de los estudios de medicina, de astronomía y de óptica. Pero, por otra parte, los estudios no se caracterizaban por su originalidad. Apenas se produjeron ideas verdaderamente nuevas. Pero, en cuanto a la vida religiosa se podía observar un interés mayor en la religión, sobre todo en el deseo de hacer una experiencia personal de lo que se pensaba que era lo divino. La religión imperial exigía solamente una cierta lealtad y presentaba una mezcla de dioses de los que no se sabía bien qué eran y, mientras que los filósofos no daban explicaciones satisfactorias de las cuestiones sobre la naturaleza de la divinidad, la gente iba a buscar respuestas en otra parte y estaba deseosa de revelaciones...
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Introducción: Frecuentemente oímos hablar de la época contemporánea y del siglo veinte como del comienzo de una nueva era. Se la determina con el termino de era atómica. Y en realidad nos damos cuenta que algo ha terminado, que hemos dejado las costas, que una tormenta nos ha arrancado de lo seguro y nos ha arrastrado mar adentro, donde ahora navegamos en "un mar de dudas" en busca de un puerto que desconocemos y que ninguno está en situación de determinar, porque como todo fin es trascendental al movimiento mismo. Por eso se a hecho ya un término no trillado hablar de época de crisis. Romano Guardini acuñó un concepto para caracterizar a nuestra época: "fin de los tiempos modernos". Estamos al fin de una era, y eso es claro; pero, lo nuevo, el nuevo mundo que nace es solo pálpito y presentimiento. Esto aflora con mayor claridad en el pensamiento metafísico, que es el lugar donde se manifiesta, toma conciencia el movimiento histórico y se expresa en forma conceptual. Así como el hombre de nuestros días en una actitud adolescente (en sentido positivo y negativo), quiere pintar no como los modernos, quiere componer no como sus maestros; del mismo modo, quiere pensar, pero no como pensaron sus antecesores. El pensamiento moderno le resulta demasiado estrecho y se a dispuesto a salir de él ensayando los primeros gestos. Una parte muy grande de los escritos de Heidegger consisten en decir que la metafísica ha terminado y que hay que buscar el ser y el sentido de los entes por otro camino. De ahí que el mismo Heidegger dice que su filosofía que es un "estar en camino" (unterwegs), y O. Pöggeler titula su libro sobre la filosofía de Heidegger "El camino del pensamiento de Martín Heidegger". La primera parte del presente trabajo procura establecer una comparación entre una corriente contemporánea (que por lo tanto está al fin del "tiempo moderno") como es la fenomenología, para establecer un parangón con la filosofía de Tomás de Aquino, procurando descubrir las raíces recónditas de la "Philosophia perennis". No es un trabajo de estudio histórico del pensamiento, ni un trabajo de crítica histórica, sino que pretende ser un trabajo de filosofía. De ahí que será fácil ver que el autor ha leído a Santo Tomás con el deseo de descubrir en él una respuesta a los problemas eternos de la filosofía del ser, tal como se plantean en nuestro tiempo.
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Resumen: En este artículo queremos explicar un aspecto de la concepción tomista de la caridad. Verla como amor de amistad. Para ello, primero vamos a investigar la teoría aristotélica de la amistad, como la expone en la Ética a Eudemo y la Ética a Nicómaco. Recurrimos a Aristóteles, ya que es la culminación griega acerca de la reflexión sobre la amistad. Santo Tomás se servirá de la noción aristotélica de la amistad, para explicar la caridad como amor de amistad. Explica que la caridad permite vivir una amistad intensa con Dios y con el prójimo. El acto propio de la caridad, así como sus efectos interiores y exteriores, se entienden más plenamente al captarlos como otros tantos actos de amistad
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Resumen: La visión sobre el modo de ser del hombre condiciona, de un modo u otro, su actuar en el mundo. En general, es éste un punto de partida compartido por las distintas corrientes filosóficas al momento de dar respuesta al ejercicio del potencial humano, si bien pueden distanciarse drásticamente al sustentar el pasaje ser-obrar. En este sentido, entre las formas más alejadas entre sí cabe reparar, por una parte, en una concepción que recurre a la justificación de una metafísica realista que reconoce la dialéctica de la participación y, por otra, en una concepción que se declara anti-metafísica al disolver el ser en su negación, en la nada, para exaltar la voluntad de poder del hombre. Si bien este trabajo se desarrollará en el marco de la primera concepción, desde el estudio de la causación del acto de ser en Tomás de Aquino, habré de recurrir a la segunda concepción, en particular al nihilismo nietzscheano, solamente como planteo del estado de la cuestión, buscando remover críticamente una objeción recurrente en la historia del pensamiento sobre el alcance y límites de la operación humana.
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La Constitución Nacional reconoce un orden de conducta instituido por Dios y otro instituido por el Estado… el débito legal debe resultar conforme al débito moral. Si así no fuera, cualquier imposición del legislador no sería derecho sino un acto de violencia desnaturalizando el poder que el Estado tiene de reforzar con débito eventualmente coercible obligaciones emergentes de la virtud de la justicia. En este trabajo nos ocuparemos de la relación entre ley moral natural y la ley positiva humana a partir de las consideraciones que Arturo Enrique Sampay2 formula en su obra, La filosofía jurídica del Artículo 19 de la Constitución Nacional3. Sampay desarrolla el tópico principalmente con la inspiración de la doctrina de Tomás de Aquino.
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Resumen: La virtud de la fortaleza se ocupa principalmente del temor de las cosas difíciles que pueden impedir que la voluntad obedezca a la razón. Pero no solo conteniendo el temor, sino también atacando con moderación. Estudiando los vicios contrarios a la virtud de la fortaleza podemos ver su similitud con los síntomas neuróticos. El temor es muy importante en los mismos, pues se evidencia una huída de la realidad, la cual es temida por no poder imponer su voluntad de dominio, y el miedo al fracaso. La vanagloria, es en la neurosis esa manifestación de la superioridad que A. Adler llama afán de sentimiento de personalidad, e indica la compensación que se hace con el sentimiento de inferioridad. La ambición es el rasgo principal de la neurosis según A. Adler y otros psiquiatras estudiosos del tema. También aparecen con frecuencia en la estructuración de la personalidad patológica: los vicios contrarios a la magnanimidad, la presunción, la pusilanimidad, la falta de paciencia y perseverancia en el bien, etc. La vida virtuosa, y especialmente la virtud de la fortaleza, es el fundamento de la salud mental.
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Resumen: Se plantea, en primer lugar, el estado de la cuestión de la índole de la Filosofía Política como filosofía práctica, desde sus inicios en la tradición clásica griega hasta la actualidad. En el pensamiento griego se destaca Aristóteles con la justificación del ejercicio de la racionalidad práctica en los asuntos políticos. En la modernidad la filosofía práctica sale de escena, privándosela de legitimidad epistemológica. Por último, se valora una interesante propuesta en el pensamiento alemán del siglo XX por rehabilitar la filosofía práctica en clave aristotélica. Frente al estado de la cuestión se retoma a Aristóteles desde la lectura tomasiana de lo político y de la Filosofía Política. Su propósito ha sido el de salvar la verdad y la certeza de la Filosofía Política, la posibilidad de juicios de verdad y falsedad en el orden moral y político y, en especial, afirmar su validez normativa como saber filosófico, analizando la comunidad política en esa posibilidad de ser considerada como objeto-científico- filosófico-práctico-moral.
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Resumen: En el mundo educativo actual las corrientes pedagógicas se han visto sumidas en lo que podríamos denominar «el olvido del maestro», pues este se torna ininteligible cuando no hay una verdad que comunicar. La educación se convierte entonces en una construcción por parte del alumno de un mundo de significados subjetivos y cambiantes, que el maestro solo estimula. Frente a esto encontramos la enseñanza de santo Tomás de Aquino, Doctor Humanitatis, quien nos recuerda que las palabras del maestro, verba doctoris, son comunicativas de la verdad ya conocida. Solo fundados en este principio es posible devolver a la palabra educativa la fecundidad que le corresponde, tan necesaria para el perfeccionamiento del hombre y de la sociedad. En este artículo se presenta una reflexión acerca del lugar que ocupa la palabra verdadera en la educación de los hombres, mostrando cómo la vida humana no tiende solo a expresarse en la palabra, sino a ser fecunda en la palabra educativa.
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A quienes hayan seguido atentamente los cursos de moral de fray Domingo María Basso, no les resultará difícil identificar los puntos de doctrina en los que se revela como un intérprete original del Doctor Angélico, desde la controvertida temática de la materia y la forma del pecado hasta el tema de la recta ratio sobre el que versó su tesis doctoral defendida en 1962 en la prestigiosa Universidad de Friburgo (Suiza). Al tema de la recta ratio están vinculados, en su reflexión, el tema del apetito recto natural y el del apetito o deseo natural de ver a Dios. Este último, desarrollado en el apéndice al capítulo primero de su libro recientemente editado, Los Fundamentos de la Moral 1, es el que nos proponemos exponer en este estudio. Presentaremos la enseñanza del Padre Basso en el marco de dos posiciones opuestas siguiendo el mismo desarrollo de su propia reflexión: la opinión más generalizada de los autores tomistas y la del teólogo jesuita Henri de Lubac.