2 resultados para Títulos ejecutivos

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Al revisar viejos papeles familiares de nuestro padre, el Dr. Emiliano Mac Donagh (1896 – 1961) hemos descubierto, como escondidos, unos cuentos breves publicados entre 1929 y 1934. Ficcionales, pintorescos, no han figurado en la nómina de sus escritos, con excepción de El Naturalista, publicado en 1929 en el diario La Nación, y recientemente reproducido en la serie ProBiota (http://ictiologíaargentina.blogspot.com/16) Ofrecemos a la curiosidad de los ictiólogos los tres relatos publicados en 1930 en la revista Número, editada en Buenos Aires. Tanto Un cuento de viejas, como El sabio ebrio, y La quimera, el gallo y el elefante tienen a los peces como centro de interés. En los escritos de Emiliano Mac Donagh, que abarcan desde 1922 hasta 1960 con más de ciento setenta títulos, predominan los trabajos científicos alternando con estudios sobre historia de la biología y de los biólogos, o la preocupación por el cuidado del ambiente y temas relacionados. Sin excepción, aparece la zoología como tema vertebral, ya sea analizando una espina de bagre en la calma del laboratorio, ya sea relatando expediciones zoológicas al interior de nuestro país. Coexisten el detalle mínimo que entrega el microscopio con la aventura a campo abierto, pero el estilo es siempre descriptivo, pegado a la realidad, y despojado de cualquier intento de fantasía que traicionaría el rigor requerido por la ciencia. En los breves relatos aquí presentados, en cambio, el autor escapa de la formalidad, incursiona en un género más liberal en sus normas y deja volar su imaginación y su fino sentido de la ironía. Lo hace sin abandonar el asunto que más le atrae: la naturaleza, y en ella, la vida animal. Si bien los cuentos comparten temas centrales del resto de la producción, aquí no encontramos la exactitud fotográfica ni el análisis desapasionado, sino que la anécdota es imaginada y los escenarios reales se ven transformados por enfoques oníricos. Algunos personajes parecen el fiel retrato de alguien conocido mientras que otros suenan esquemáticos, vacíos. La mirada es humorística y a la vez crítica, gozosa sin dejar de ser analítica. Este período de “autor literario” en vez de “relator científico” dura poco: sólo cinco cuentos en cinco años. En la vasta producción no hay otros intentos de recurrir a la ficción para atraer el interés del público general hacia los admirables y admirados habitantes de las aguas. Quizás podríamos encontrar ecos del monólogo final de El sabio ebrio en el ensayo La belleza de los peces (Revista de Educación, La Plata, 1957) pero en este último el estilo es académico. El cambio de género literario podría sugerir un deseo de cambio vocacional, el cansancio frente a la aparente monotonía y estrictez de los registros científicos. Al plantear el dilema entre observar seres vivos en su medio natural o conservar sus cuerpos para los estudios científicos se insinuaría una encrucijada profesional. En 1930 habrá sido una disyuntiva, aludida en el recurrente contraste entre ambientes cerrados, poblados de frascos, vitrinas y mesas de taxidermia en contraposición con la abierta amplitud de ríos y playas, bosques y cielos. Aludida, también, al atribuir a personajes que las encarnan, dos tipos de sabiduría: una erudita, nacida del estudio, y otra pragmática, forjada en la experiencia. Sin embargo, el tema medular sigue siendo la ictiología: los peces, sus vidas y ámbitos, los nombres que les damos. El nuevo estilo revelaría más bien la intención de jerarquizar los asuntos dilectos envolviéndolos en una forma literaria más libre – y supuestamente más elevada. Creemos captar un latido de euforia, el impulso de compartir la emoción de un descubrimiento, el deseo de conservar la mirada ingenua y la capacidad de asombro ante el maravilloso mundo natural que nos rodea. Que esto se logre más acabadamente por medio de un cuento que a través de un informe, y que la ficción alcance mayor audiencia con la cual compartir la gozosa experiencia del conocimiento, son las cuestiones que nos deja pendientes este naturalista que – por breve tiempo – se volvió cuentista. Mary Mac Donagh de von Reichenbach

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Si bien existen varios ensayos biográficos que enfocan diferentes momentos de su vida (ANÓNIMO, 1963, BAHAMONDE, 1962, LÓPEZ et al., 2015, NION, 2015, PEQUEÑO, 2015, SÁNCHEZ CARRILLO, 2001), hasta donde tenemos conocimiento, no se ha publicado aún una bibliografía completa de la obra del Dr. FERNANDO DE BUEN Y LOZANO (Fig. de tapa). Bibliografías parciales se encuentran, entre otros, en los autores arriba citados. Aquí nos atrevemos a hacer el intento, aunque en forma defectuosa, ya que muchas de sus publicaciones no las hemos podido consultar directamente (se señalan con un asterisco, *). En parte nos hemos basado en una compilación hecha por el propio DE BUEN, que abarca los años 1915 a 1949 (Fig. 1), aunque no siempre con los datos necesarios para una completa información sobre la publicación; en lo posible intentamos complementarla. En sus casi cincuenta años de actividad científica, llegó a producir casi 300 títulos, de variado contenido, aunque siempre relacionados con el medio acuático, sea marino o dulceacuícola. Esta producción se puede dividir en cuatro períodos, que comienza con su etapa española, europea y africana (marroquí), entre 1915 y 1937, durante la cual publicó más de 140 títulos. Como consecuencia de la Guerra Civil Española, en 1939 se radica en México, donde permanece desde el 12 de Julio de 1939 hasta Noviembre 1946, país al que regresa entre 1953 y 1957. Durante este período escribe unos 70 artículos. Entre esas dos etapas mexicanas, estuvo brevemente radicado en el Uruguay, desde el 26 de Noviembre de 1946 hasta 1953, sin duda la etapa de menor producción científica, con una docena trabajos. A ésta sigue el último período de su vida, en Chile (Fig. 2), la que lamentablemente termina trágicamente, en 1962. Durante este período publica más de 60 publicaciones, de los cuales, aparentemente, seis quedan inéditas. Cabe señalar que durante estas tres etapas de exilio americano, si bien sus publicaciones están mayoritariamente relacionadas con el país de residencia, hay algunas excepciones. Preivo a estas estadías en América, hay que mencionar tres europeas, fuera de España, a saber: en el Museo Oceanográfico de Mónaco (1919), en el Instituto Centrale di Biologia Marina, Messina, Italia (1919), y en el Laboratorio Arago, Banyuls sur Mer, Francia (1939). En general, puede considerarse que FERNANDO DE BUEN fue un investigador solitario, ya que solamente seis, de sus casi 300 trabajos, fueron publicados en colaboración: dos con su hermano SADÍ DE BUEN (#31 y 32), dos con F. FRADE (#115 y 116), y dos con MANUEL ZOZAYA (#162 y 176). En su obra científica hemos podido identificar la descripción original de 12 géneros, 9 subgéneros, 54 especies y 11 subespecies, como se indican en la Tabla I.