3 resultados para Mirar con sentido profesional
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Resumo:
Este documento está dedicado al recuerdo de Fernando de Buen, a quién podríamos considerar como uno de los primeros “ictiólogos iberoamericanos”. En este caso nos encontramos con un profesional que, por la locura de una guerra fratricida, tuvo que dejar su patria y trasladarse al continente americano, residiendo inicialmente en México dónde adopta su ciudadanía. Posteriormente viaja a Sudamérica para trabajar en Uruguay y luego en Chile. En esa extensa travesía generó parte de su legado, dejando aportes substanciales para el crecimiento y consolidación de la ictiología neotropical. Por ello, a más de cincuenta años de su desaparición, junto a la invalorable colaboración de los colegas de Chile, España, México y Uruguay, concretamos este modesto archivo con la idea de que su figura y su obra no se pierdan en la “bruma de los tiempos” y que las jóvenes generaciones conozcan a quiénes abrieron los surcos de nuestra disciplina aún, como en este caso, llevando consigo el dolor y la angustia del destierro.
Resumo:
El próximo septiembre se cumplen treinta años de la llamada Expedición Naútica-Cientifíca “R. P. Francisco Morillo” realizada en botes neumáticos por un grupo de personas de diferentes orígenes y entre los que se encontraban naturalistas y profesionales de las Ciencias Naturales. A nivel profesional fue una gran experiencia, ya que me permitió transitar por un ámbito geográfico de difícil acceso, con flora y fauna cuya referencia la tenía solo a través de textos. Por otra parte y mirado a la distancia, fue muy interesante el comportamiento humano del grupo. Entiendo que un sociólogo podría dar alguna interpretación, pero he visto de todo, actos de solidaridad, de mezquindad, egoísmo y de cierta locura, como por ejemplo, querer matar un yacaré por el simple hecho de que estaba en la playa tomando sol. En este caso, la suerte estuvo del lado de la noble bestia, ya que los involucrados en las Ciencias Naturales pudimos detener semejante barbaridad y hacer comprender a los de “gatillo fácil” que no había ningún sentido en lo que querían hacer. Irónicamente, entre otras cosas, este viaje tenía dentro de sus objetivos participar en un Congreso de Conservación… Los objetivos del viaje para los naturalistas, sólo se cumplieron en parte, ya que al principio de esta travesía comenzaron a suscitarse problemas, principalmente por las características del río, lo que dificultó, por falta de tiempo, la toma de muestras y las consiguientes observaciones. A nivel personal me queda la riqueza que me dio esta experiencia y el haber conocido a dos personas que me llamaron profundamente la atención. A nuestro baqueano José “Pipo” Marty, un hombre generoso y de una gran sabiduría. El otro fue Exequiel Martínez, al que conocí en el congreso que se realizaba en Resistencia y con quién, a partir de ese momento, me une un lazo afectivo que nace de un profundo respeto y admiración.
Resumo:
Al revisar viejos papeles familiares de nuestro padre, el Dr. Emiliano Mac Donagh (1896 – 1961) hemos descubierto, como escondidos, unos cuentos breves publicados entre 1929 y 1934. Ficcionales, pintorescos, no han figurado en la nómina de sus escritos, con excepción de El Naturalista, publicado en 1929 en el diario La Nación, y recientemente reproducido en la serie ProBiota (http://ictiologíaargentina.blogspot.com/16) Ofrecemos a la curiosidad de los ictiólogos los tres relatos publicados en 1930 en la revista Número, editada en Buenos Aires. Tanto Un cuento de viejas, como El sabio ebrio, y La quimera, el gallo y el elefante tienen a los peces como centro de interés. En los escritos de Emiliano Mac Donagh, que abarcan desde 1922 hasta 1960 con más de ciento setenta títulos, predominan los trabajos científicos alternando con estudios sobre historia de la biología y de los biólogos, o la preocupación por el cuidado del ambiente y temas relacionados. Sin excepción, aparece la zoología como tema vertebral, ya sea analizando una espina de bagre en la calma del laboratorio, ya sea relatando expediciones zoológicas al interior de nuestro país. Coexisten el detalle mínimo que entrega el microscopio con la aventura a campo abierto, pero el estilo es siempre descriptivo, pegado a la realidad, y despojado de cualquier intento de fantasía que traicionaría el rigor requerido por la ciencia. En los breves relatos aquí presentados, en cambio, el autor escapa de la formalidad, incursiona en un género más liberal en sus normas y deja volar su imaginación y su fino sentido de la ironía. Lo hace sin abandonar el asunto que más le atrae: la naturaleza, y en ella, la vida animal. Si bien los cuentos comparten temas centrales del resto de la producción, aquí no encontramos la exactitud fotográfica ni el análisis desapasionado, sino que la anécdota es imaginada y los escenarios reales se ven transformados por enfoques oníricos. Algunos personajes parecen el fiel retrato de alguien conocido mientras que otros suenan esquemáticos, vacíos. La mirada es humorística y a la vez crítica, gozosa sin dejar de ser analítica. Este período de “autor literario” en vez de “relator científico” dura poco: sólo cinco cuentos en cinco años. En la vasta producción no hay otros intentos de recurrir a la ficción para atraer el interés del público general hacia los admirables y admirados habitantes de las aguas. Quizás podríamos encontrar ecos del monólogo final de El sabio ebrio en el ensayo La belleza de los peces (Revista de Educación, La Plata, 1957) pero en este último el estilo es académico. El cambio de género literario podría sugerir un deseo de cambio vocacional, el cansancio frente a la aparente monotonía y estrictez de los registros científicos. Al plantear el dilema entre observar seres vivos en su medio natural o conservar sus cuerpos para los estudios científicos se insinuaría una encrucijada profesional. En 1930 habrá sido una disyuntiva, aludida en el recurrente contraste entre ambientes cerrados, poblados de frascos, vitrinas y mesas de taxidermia en contraposición con la abierta amplitud de ríos y playas, bosques y cielos. Aludida, también, al atribuir a personajes que las encarnan, dos tipos de sabiduría: una erudita, nacida del estudio, y otra pragmática, forjada en la experiencia. Sin embargo, el tema medular sigue siendo la ictiología: los peces, sus vidas y ámbitos, los nombres que les damos. El nuevo estilo revelaría más bien la intención de jerarquizar los asuntos dilectos envolviéndolos en una forma literaria más libre – y supuestamente más elevada. Creemos captar un latido de euforia, el impulso de compartir la emoción de un descubrimiento, el deseo de conservar la mirada ingenua y la capacidad de asombro ante el maravilloso mundo natural que nos rodea. Que esto se logre más acabadamente por medio de un cuento que a través de un informe, y que la ficción alcance mayor audiencia con la cual compartir la gozosa experiencia del conocimiento, son las cuestiones que nos deja pendientes este naturalista que – por breve tiempo – se volvió cuentista. Mary Mac Donagh de von Reichenbach