2 resultados para TINAJERO, FERNANDO, 1940-

em Universidad Politécnica de Madrid


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Con el presente trabajo no se pretende resolver la forma de colocar a esta típica industria forestal en el lugar que le corresponde por su importancia nacional; es necesario para esto una experimentación continua y paralela de campo y laboratorio, para la que no puede fijarse limitación de tiempo. Es un filón sin explotar, que en los comienzos no dará sino trabajo, pero que una vez en marcha lo devolverá convertido en riqueza. Aventurado es dar soluciones a problemas sin tener con ellos el tiempo de contacto que reclama la más elemental prudencia; por ésto al hacer la critica de los métodos seguidos hasta el día, tanto forestal como industrialmente, no debe de entenderse que se pretende poner cátedra en asunto en que, hasta el momento, tan poco se ha hecho. Leáse, en cuantas líneas pueda creerse esto, el deseo de que el progreso abra brecha en las murallas que parece que rodean a la industria espartera, en tantos de sus aspectos. Sirva esto de explicación para cuantas veces en estas páginas hablemos de modificaciones o transformaciones en lo que hemos visto en nuestras visitas a atochares y talleres, en los días de nuestra corta estancia en Cieza. Debe señalarse la extrañeza producida al ver que por algunos se cita como producción de una hectárea de atochar la cantidad de ¡500 a 1000 kilogramos de esparto seco!. Podemos asegurar que al menos en la zona por nosotros visitada, que es la más importante de España, no se llega a cifras ni aproximadas a ésas, como se verá más adelante. Se ha estudiado no sólo el atochar del monte público, número 48 del Catálogo, “Solana y Umbría del Cabezo del Asno”, señalado por la Comisión de Residencias de la Escuela Especial de Ingenieros de Montes, sino todos los que por estar en lugar accesible no suponían un sacrificio grande, del escaso tiempo de que se disponía: atochares de las Herradas de la Sierra del Oro, Puerto de la Mala Mujer, carretera de Jumilla, Sierra de Ascoy, Sierra de las Cabras, etc. etc. con un total de mas de 250 kilómetros recorridos por carreteras y caminos de montes.

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La presente tesis doctoral analiza qué significa Roma en el proceso de formación del arquitecto de las cuatro primeras décadas del siglo XX. Análisis que se realiza a través del estudio de los nueve arquitectos pensionados en la Academia de España, su relación con los arquitectos y trabajos de los pensionados en otras academias extranjeras en la ciudad y con los representantes más destacados del debate arquitectónico romano. Francisco Aznar y Antonio Flórez fueron los pensionados en la primera década del siglo, unos años en que se continuaba la enseñanza según el sistema académico decimonónico donde el romanticismo y el preciosismo en las representaciones y las reconstrucciones ideales de los conjuntos monumentales siguen la estética de la Ècole des Beaux-Artes de París. Teodoro de Anasagasti y Roberto Fernández Balbuena, pensionados en la siguiente década, representan la transición de la arquitectura española abriéndose a la atención de las propuestas europeas. Emilio Moya, Fernando García Mercadal y Adolfo Blanco, pensionados en la tercera década, pertenecen a la llamada “generación de la primera modernidad”, pues aplican en sus proyectos los conceptos que rigen la arquitectura del momento. Los últimos pensionados, Mariano Rodríguez Orgaz e Ignacio Hervada pertenecen a una época en la que se da prioridad a establecer criterios para la restauración del patrimonio monumental y a la construcción de arquitecturas que representen el poder de las dictaduras europeas. A pesar de la dispersión y desaparición de muchas de estas figuras y de sus trabajos durante el conflicto civil español, todos contribuyeron a introducir en España el cambio de mentalidad que el país necesitaba para su progreso intelectual y cultural, así como para la conservación y promoción de su patrimonio. En la tesis se explica que durante las primeras décadas del siglo XX, Roma fue tribuna desde la que contemplar lo acontecido en Europa, lugar donde encontrar soluciones a la crisis de identidad nacional que viven algunos países en esos años y promotora de la tradición como instrumento para el conocimiento de las raíces de la cultura de la civilización europea. Fueron dos los fenómenos que posibilitaron hacerla merecedora de estos títulos: por un lado, la presencia de pensionados en las academias artísticas facilitó el conocimiento de las propuestas de cada nación, y por otro, la posibilidad que el reglamento de la Academia española de 1894 daba a sus artistas de viajar por Europa y América para formarse en los centros más significativos del momento. A pesar de la falta de recursos para sufragar los viajes y difundir los trabajos de los pensionados y del estallido de los conflictos mundiales, la Academia española consiguió superar las inclemencias administrativas y obtener una óptima posición entre las academias más destacadas de entre las presentes en Roma. Además, se ha querido llenar un vacío historiográfico en la historia de la Academia de España en Roma, de la arquitectura española y de las pensiones de Arquitectura en las academias artísticas romanas, al mismo tiempo que se ha explicado el significado del viaje de estudios a Roma para los arquitectos de la primera mitad del siglo XX, que cambia notablemente con respecto al interés que movió ese mismo viaje en los dos siglos anteriores.