1 resultado para Interação solo-máquina

em Universidad Politécnica de Madrid


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Los edificios no son máquinas. No lo son, desde luego, si se sigue la definición que da de ellas el Essai sur la composition des machines, el excelente manual publicado en 1808 por dos ingenieros españoles, Betancourt y Lanz, y que fue el primero de su género (Betancourt, 1808:5). Allí las máquinas se presentan como objetos que sirven para dirigir y regular una fuerza o, dicho con mayor sencillez, para producir un movimiento. A nadie se le oculta, sin embargo, que en la arquitectura no hay movimiento, y si lo hay es en un mero sentido figurado, como cuando se tratan los edificios como canales que distribuyen flujos o se incide en su capacidad para transformarse, o como cuando, simplemente, se pone el énfasis en los artefactos movibles que forman parte de ellos. En realidad, la distancia entre las máquinas y los edificios es tan grande que solo puede salvarse con metáforas impropias, pues ni la arquitectura se mueve ni las máquinas se habitan. Sin embargo, las máquinas no han dejado de tratarse como objetos análogos a los edificios y han mesmerizado a los arquitectos, que han creído ver en ellas no solo metáforas, sino modelos rigurosos de organización, cuando no objetos sublimes dignos de imitarse. ¿Qué explica su presencia recurrente en la teoría de la arquitectura de los últimos tres siglos?