2 resultados para Freudo-Marxismo

em Universidad Politécnica de Madrid


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El desconcierto invadirá al lector impróvido que se aproxime al trabajo de Andy Merrifi eld sin noticia de su periplo existencial y, especialmente, de su deriva vital en la última década: varios libros de teoría urbanística crítica, dos análisis, entre lo biográfi co y lo fi lológico, de pensadores franceses de la segunda mitad del siglo XX, la crónica de un retiro rural simbolizada en la fi gura de un asno y un «cuento de hadas dialéctico» sobre las miserias y futuros de la izquierda radical. Desde luego hay hilos comunes en estas intervenciones —la ciudad, el marxismo, la refl exión sobre ambos y su rechazo en sus formas actuales—, pero no son fáciles de advertir y, menos aún, de componer o explicar

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A finales de los 60 se había hecho evidente como la tecnificación del ambiente había permitido a algunas tipologías (supermercados, aparcamientos, fábricas) alcanzar profundidades construidas potencialmente ilimitadas e independizarse del afuera. La No-Stop City nace de una idea sencilla: extender esta tecnificación a la totalidad de lo construido para englobar, no sólo la práctica totalidad de funciones, sino, en última instancia, toda la ciudad. Esta operación tiene efectos paradójicos: a medida que la arquitectura crece, pierde la mayoría de características que la han definido tradicionalmente. Una disolución por hipertrofia que da lugar a un espacio homogéneo, cóncavo y potencialmente infinito. Pero, además de la pura factibilidad técnica, existen dos influencias clave y aparentemente contradictorias que explican esta apuesta por una ciudad interior e ilimitada: el marxismo y al Pop Art. El proyecto es, en muchos sentidos, un manifiesto construido que refleja la militancia de los miembros del grupo en el seno del marxismo italiano. Pero es también la plasmación del interés declarado del grupo por el Pop Art, la cultura popular y la sociedad de masas. La influencia cruzada de comunismo y consumismo explica esta “utopía cuantitativa” en la que se hacen coincidir la sociedad y la fábrica, la producción y el consumo. Una ciudad basada en la centralidad de los objetos de consumo y la subsiguiente pérdida de protagonismo de la arquitectura, en la que lo urbano, al tiempo que se extiende sin límites sobre el territorio, ignorando su exterioridad rural, disuelve el hogar como ámbito de privacidad, ignorando su interioridad doméstica. Un proyecto que, en la estela también de Marshall McLuhan, ilustra como pocos la conversión de lo urbano en una “condición” virtualmente omnipresente y que nos sigue interrogando con preguntas que son, por otra parte, eternas: ¿Qué es un edificio? ¿Qué es una ciudad?.