3 resultados para 1824-1904

em Universidad Politécnica de Madrid


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Recorrido por las etapas por las que pasaban los arquitectos pensionados en la Academia de España en Roma.

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La presente tesis doctoral analiza qué significa Roma en el proceso de formación del arquitecto de las cuatro primeras décadas del siglo XX. Análisis que se realiza a través del estudio de los nueve arquitectos pensionados en la Academia de España, su relación con los arquitectos y trabajos de los pensionados en otras academias extranjeras en la ciudad y con los representantes más destacados del debate arquitectónico romano. Francisco Aznar y Antonio Flórez fueron los pensionados en la primera década del siglo, unos años en que se continuaba la enseñanza según el sistema académico decimonónico donde el romanticismo y el preciosismo en las representaciones y las reconstrucciones ideales de los conjuntos monumentales siguen la estética de la Ècole des Beaux-Artes de París. Teodoro de Anasagasti y Roberto Fernández Balbuena, pensionados en la siguiente década, representan la transición de la arquitectura española abriéndose a la atención de las propuestas europeas. Emilio Moya, Fernando García Mercadal y Adolfo Blanco, pensionados en la tercera década, pertenecen a la llamada “generación de la primera modernidad”, pues aplican en sus proyectos los conceptos que rigen la arquitectura del momento. Los últimos pensionados, Mariano Rodríguez Orgaz e Ignacio Hervada pertenecen a una época en la que se da prioridad a establecer criterios para la restauración del patrimonio monumental y a la construcción de arquitecturas que representen el poder de las dictaduras europeas. A pesar de la dispersión y desaparición de muchas de estas figuras y de sus trabajos durante el conflicto civil español, todos contribuyeron a introducir en España el cambio de mentalidad que el país necesitaba para su progreso intelectual y cultural, así como para la conservación y promoción de su patrimonio. En la tesis se explica que durante las primeras décadas del siglo XX, Roma fue tribuna desde la que contemplar lo acontecido en Europa, lugar donde encontrar soluciones a la crisis de identidad nacional que viven algunos países en esos años y promotora de la tradición como instrumento para el conocimiento de las raíces de la cultura de la civilización europea. Fueron dos los fenómenos que posibilitaron hacerla merecedora de estos títulos: por un lado, la presencia de pensionados en las academias artísticas facilitó el conocimiento de las propuestas de cada nación, y por otro, la posibilidad que el reglamento de la Academia española de 1894 daba a sus artistas de viajar por Europa y América para formarse en los centros más significativos del momento. A pesar de la falta de recursos para sufragar los viajes y difundir los trabajos de los pensionados y del estallido de los conflictos mundiales, la Academia española consiguió superar las inclemencias administrativas y obtener una óptima posición entre las academias más destacadas de entre las presentes en Roma. Además, se ha querido llenar un vacío historiográfico en la historia de la Academia de España en Roma, de la arquitectura española y de las pensiones de Arquitectura en las academias artísticas romanas, al mismo tiempo que se ha explicado el significado del viaje de estudios a Roma para los arquitectos de la primera mitad del siglo XX, que cambia notablemente con respecto al interés que movió ese mismo viaje en los dos siglos anteriores.

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En la biblioteca del IGME, se encuentra un ejemplar de un mapa titulado Plano geognóstico de una parte de las provincias de Teruel y Guadalajara firmado por Santiago Rodríguez. Se trata de un documento inédito no fechado, por lo que, hasta ahora, no se había tenido en cuenta en la historiografía geológica española. Santiago Rodríguez (1824-1876) fue un ingeniero de minas nacido en Zaragoza, que cursó sus estudios en la Escuela de Minas de Madrid. Desarrolló toda su carrera profesional en la Administración. Fue autor de numerosos artículos científicos sobre geología y minería y de varias cartografías geológicas. Durante el otoño de 1848, en la Sierra de Albarracín se registraron una serie de terremotos que causaron considerables daños. Como ingeniero de minas destinado en el entonces denominado Distrito de Aragón, Rodríguez se desplazó a esa comarca para evaluar los daños. Realizó un estudio geológico de la zona y levantó un mapa geológico, redactando además una memoria sobre sus observaciones y conclusiones, un resumen de la cual fue publicado en 1851 en Revista Minera. Este trabajo pretende, dar a conocer esta cartografía geológica de un sector de la Cordillera Ibérica, inédita hasta ahora.