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Resumo:
Hoy en día, ya no se puede pasar por alto la necesidad de una agricultura climáticamente más inteligente para los 500 millones de pequeños agricultores del mundo (Wheeler, 2013). Estos representan aproximadamente el 60 % de la agricultura mundial y proporcionan hasta el 80 % de los alimentos en los países en vías de desarrollo, los pequeños agricultores gestionan vastas extensiones de tierra y lamentablemente incluyen los grupos con mayor proporción de personas en estado de inseguridad alimentaria. El cambio climático está transformando el contexto para la agricultura en pequeña escala. Durante siglos, los pequeños agricultores desarrollaron la capacidad de adaptarse a los cambios ambientales y la variabilidad del clima, pero la velocidad y la intensidad del cambio climático está superando su capacidad de respuesta. Si no se cambia la manera que tenemos de lidiar con el cambio climático, tanto en acciones locales como globales, es muy probable que las personas rurales de entornos vulnerables tengan que adaptarse a un calentamiento global promedio de 4 °C por encima de los niveles preindustriales para el año 2100. Esta alza de las temperaturas aumentará aún más la incertidumbre y provocará desastres naturales como las sequías, la erosión del suelo, la pérdida de biodiversidad y la escasez agua sean mucho más frecuentes. Uno de los factores más importantes para los pequeños agricultores es que ya no pueden depender de los promedios históricos, por lo que es más difícil para ellos para planificar y gestionar la producción debido a los cambios en los patrones climáticos. Algunos de los principales cultivos de cereales (trigo, arroz, maíz, etc.) han alcanzado su umbral de tolerancia al calor y un aumento de la temperatura en torno a 1,5-2 °C podría ser muy perjudicial. Estos efectos a corto plazo podrían ser agravados por otros a medio y largo plazo, los que se refieren al impacto socioeconómico en términos de oportunidades y estabilidad política. El cambio climático está haciendo que el desarrollo de la pequeña agricultura resulte mucho más caro. A nivel de proyectos, los programas resistentes al clima tienen, normalmente, unos costos iniciales más altos, tanto de diseño como de implementación. Por ejemplo, es necesario incluir gastos adicionales en infraestructura, operación y mantenimiento; desarrollo de nuevas capacidades y el intercambio de conocimientos en torno al cambio climático. También se necesita mayor inversión para fortalecer las instituciones frente a los nuevos retos que propone el cambio climático, o generar información que pueda ser de escala reducida y con enfoques que beneficien a la comunidad, el cambio climático es global pero los efectos son locales. Es, por tanto, el momento de redefinir la relación entre agricultura y medio ambiente, ya que se hace cada vez más necesario buscar mejores y más eficientes maneras para responder al cambio climático. Es importante señalar que la respuesta al cambio climático no significa reinventar todo lo que se ha aprendido sobre el desarrollo, significa aplicar un esfuerzo renovado para hacer frente a los cambios en el trabajo de cooperación al desarrollo de una manera más sistemática y más amplia. Una respuesta coherente al cambio climático requiere que la comunidad internacional reconozca la necesidad de aumentar el apoyo financiero para la adaptación así como un mayor énfasis en proporcionar soluciones diseñadas para aumentar la resiliencia1 de los pequeños agricultores a las crisis relacionadas con el clima. Con el fin de responder a algunos de los desafíos mencionados anteriormente, esta investigación pretende contribuir a fortalecer las capacidades de los pequeños productores, aquellos que actualmente están la primera línea frente a los desafíos del cambio climático, promoviendo un desarrollo que tenga un impacto positivo en sus medios de vida. La tesis se compone de cuatro capítulos. El primero define y analiza el marco teórico de las interacciones entre el cambio climático y el impacto en los proyectos de desarrollo rural, especialmente los que tienen por objetivo mejorar la seguridad alimentaria de los pequeños productores. En ese mismo capítulo, se presenta una revisión global de la financiación climática, incluyendo la necesidad de asignar suficientes recursos para la adaptación. Con el fin de lograr una mayor eficacia e impacto en los proyectos de desarrollo, la investigación desarrolla una metodología para integrar actividades de adaptación al cambio climático, presentada en el segundo capítulo. Esta metodología fue implementada y validada durante el periodo 2012-14, trabajando directamente con diferentes equipos gubernamentales en diez proyectos del Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola ). El tercero presenta, de manera detallada, la aplicación de la metodología a los estudios de caso de Bolivia y Nicaragua, así como un resumen de las principales conclusiones en la aplicación de los ocho países restantes. Finalmente, en el último capítulo se presentan las conclusiones y un esbozo de futuras líneas de investigación. Actualmente, el tema de la sostenibilidad ambiental y el cambio climático está ganando terreno en la agenda de desarrollo. Es por ello que se alumbra esta investigación, para que a través de los resultados obtenidos y la implementación de la metodología propuesta, sirva como herramienta estratégica para la planificación y la gestión operativa a la hora de integrar iniciativas de adaptación en los proyectos de desarrollo rural. ABSTRACT The need for climate-smart agriculture for the world’s 500 million smallholder farms cannot be overlooked: they account for 60 per cent of global agriculture, provide up to 80 per cent of food in developing countries, manage vast areas of land and make up the largest share of the developing world’s undernourished. Climate change is transforming the context for smallholder agriculture. Over centuries smallholders have developed the capacity to adapt to environmental change and climate variability, but the speed and intensity of climate change is outpacing the speed of historically autonomous actions. In the absence of a profound step-change in local and global action on climate change, it is Increasingly likely that poor rural people would need to contend with an average global warming of 4 degrees above pre-industrial levels by 2100, if not sooner. Such substantial climatic change will further increase uncertainty and exacerbate weather –related disasters, droughts, biodiversity loss, and land and water scarcity. Perhaps most significantly for smallholder farmers, they can no longer rely on historical averages, making it harder for them to plan and manage production when planting seasons and weather patterns are shifting. The major cereal crops (wheat, rice, maize, etc.) are at their heat tolerance threshold and with a 1.5-2°C temperature increase could collapse. These “first-round” effects will be compounded by second-round socio-economic impacts in terms of economic opportunities and political stability. Climate change is making the development of smallholder agriculture more expensive. At project level, climate-resilient programmes typically have higher up-front design and implementation costs – e.g. infrastructure costs and initially increased asset management, operation and maintenance, more capacity-building and knowledge sharing, strengthening institutions, greater project development costs (downscaled data generation and community-based approaches), and greater costs from enhancing cross sectorial and stakeholders collaboration. Consequently it’s time to redefine the relationship between agriculture and environment as we need to look better and more efficient ways to respond to climate change. It is important to note that responding to climate change does not mean to throwing out or reinventing everything that has been learnt about development. It means a renewed effort to tackle wider and well-known development changes in a more systematic way. A coherent response to climate change requires acknowledge of the need to increase the financial support for adaptation and a continued emphasis on provided solutions designed to increase the resilience of smallholders and poor communities to shocks, which are weather related. In order to respond to some of the challenges mentioned before, this research aims to contribute to strengthen the capacities of the smallholders and to promote a development that will positively impact in the rural livelihoods of the most vulnerable smallholders farmers; those who currently are in the first line facing the challenges of climate change. The thesis has four chapters. Chapter one describes and analyses the theoretical framework of the interactions between climate change and the impact on rural development projects, especially those aimed at improving the food security of smallholders producers. In this chapter a comprehensive review of climate financing is presented, including the need to allocate sufficient resources for adaptation. In order to achieve greater effectiveness and impact on development projects, the research develops in the second chapter a methodology to integrate adaptation activities for climate change. This methodology was implemented and validated during the 2012-14 period, working directly with various government teams in ten projects of the International Fund for Agricultural Development (IFAD). The third chapter presents in detail the application of the methodology to the case studies of Bolivia and Nicaragua, as well as a summary of the main conclusions of its implementation in the remaining eight countries. The final chapter exposes the main conclusions and future research topics. At a time when environmental sustainability and climate change issues are gaining more attention, the research and obtained results through the implementation of the model methodology proposed, can be considered a strategic tool for planning and operational management to integrate adaptation initiatives in rural development projects. The use of the proposed methodology will boost incentives to scale up climate resilience programmes and integrate adaptation to climate change into wider smallholder development programmes.
Resumo:
La lectura histórica del territorio en relación con el sistema agroalimentario aporta elementos claves para reconstruir el sistema territorial, aprovechando la oportunidad que ofrece un renovado interés por la alimentación local y sostenible. El análisis histórico transdisciplinar incorpora variables espaciales, económicas, energéticas, urbanísticas, agronómicas y nutricionales y se centra en el tramo medio del valle del Duero (Castilla y León, España). Se trata de un territorio tradicionalmente agrícola, donde un producto de la tierra -el vino- es motor de innovación y ha transformado paisajes y estructuras. Aún así, se enfrenta a un desarrollo desigual e ilustra las contradicciones del mundo rural en un contexto alimentario globalizado. El análisis de la región desde 1900 permite constatar la relación entre la organización del territorio, el sistema agroalimentario, y cada una de las etapas nutricionales: a) la superación de la desnutrición está asociada a una agricultura familiar y al territorio de proximidad, que persiste en la zona hasta 1950; b) el modelo de consumo de masas y sobrealimentación, se basa en una agricultura industrializada y un territorio polarizado ligado al desarrollismo, que se extiende hasta 1985; c) finalmente, el modelo de consumo segmentado se apoya en una agricultura terciarizada y un territorio de enclaves en un contexto de globalización, que dura hasta nuestros días. En la última fase aparecen nuevos modelos alternativos de reconstrucción territorial con sistemas emergentes que reconectan campo y ciudad, consumo y producción desde sistemas de alimentación sostenible. Conviven dos tendencias: una hacia la jerarquización y el productivismo tecnificado y otra hacia la multifuncionalidad y la recampesinización que se reapropia de las innovaciones técnicas. La adaptación a las condiciones locales y aprovechar los recursos endógenos son elementos clave de sostenibilidad ambiental y social. Incorporar la alimentación en la planificación urbana y territorial desde una perspectiva agroecológica reduciría la insostenibilidad del sistema alimentario. Las propuestas de ordenación han de tener en cuenta la tipología de municipios, sus interrelaciones, las características agrológicas y productivas, la relación del muncipcon los núcleos de referencia y con las poblaciones que concentran las necesidades de alimentación. Se debe considerar asimismo la disponiblidad de infraestructuras, de equipamientos y de capital humano y relacional para fijar cadena de valor local. La ordenación urbanística cuenta ya con mecanismos como la clasificación del suelo, la regulación de usos y el diseño de redes de equipamientos que inciden sobre la autonomía de los sistema de alimentación locales y permiten fomentar la biodiversidad y las variedades locales. Son mecanismos insuficientemente aprovechados. Una adecuada utilización de los instrumentos de ordenación existentes, junto con el desarrollo de otros nuevos mejorarían de forma significativa la resiliencia de los sistemas agroalimentarios locales. ABSTRACT The historical review of the relationship between territory and agrifood system provides key lessons to help rebuild the territorial fabric, seizing the opportunity offered by a renewed interest in local and sustainable food. The historical transdisciplinary analysis spans spatial, economic, energy, agronomic and nutritional variables, focuses on the middle reaches of the Douro valley (Castilla y Leon, Spain). This a traditionally agricultural region, which has managed to turn a land product – the wine– into an engine of innovation which has transformed landscapes and structures. Even so, it faces the challenges of uneven development and illustrates the contradictions of the rural world in a globalized context. After the analysis of the evolution of the region since 1900, it can be concluded that the territory has been organized over time according to three models of food system that are in turn linked to different nutritional stages: a) the nutritional stage of overcoming malnutrition is related to family agriculture and a territory of proximity, which persists in the studied area until 1950; b) the model of mass consumption and overeating, was built on an industrialized agriculture and a polarized territory with unhindered development, which runs until 1985; c) and, finally, the model of consumer segmentation associated with terciarized agriculture and enclave territories in the context of globalization, which lasts until present time. During this last stage new alternative models of small-scale territorial reconstruction appear, linked to emerging systems that, based on sustainable food systems, reconnect city and countryside, consumption and production. Actually two trends coexist: one towards hierarchisation and tech-based productivism, and another one towards multifunctionality and peasantization that reappropriates technical innovations. The adaptation to local conditions taking advantage of local resources is a key element of environmental and social sustainability. Integrating food into urban and regional planning from an agroecological perspective would help reduce the current unsustainability of the food system. Planning proposals for municipalities need to consider their typology, agrological characteristics, productive capacity, links to other municipalities, proximity to reference nodes and population concentrations with food demands that need to be met. Availability of infrastructure, facilities, as well as human and relational capital to establish and reinforce local value chains is another aspect to consider in planning proposals. Spatial and urban planning are already equipped with mechanisms, such as land classification and the design of facilities’ networks, that affect the autonomy and stability of local food systems and can support biodiversity and adoption of local varieties. We are, however, missing opportunities. An adequate use of existing planning tools and the development of new ones could significantly improve the resilience of local agrifood systems.