20 resultados para Castilla (Reino)-Historia-S.XII-XIII


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En el límite que separa las comarcas de Tierra de Campos y Montes Torozos todavía encontramos chozos de era, elementos arquitectónicos que hace tiempo fueron muy importantes para la vida laboral del hombre rural, aunque la mayoría están abandonados por el descenso de su funcionalidad agraria. En esta comunicación se describe la investigación para el conocimiento arquitectónico de estas edificaciones en Urueña (Valladolid), desde diferentes puntos de vista: el primero sobre los invariantes del entorno físico y social que condicionan una ejecución mixta (de piedra y barro); el segundo sobre la tecnología de los sistemas y técnicas empleadas para su construcción. El objetivo de la investigación es comprender los valores arquitectónicos de los chozos, como parte del patrimonio cultural y etnográfico de Castilla y León, y encontrar las directrices apropiadas para su conservación y recuperación.

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Abstract The Tower of Martín González, also known as castle of La Raya, is placed in the actual border between the Spanish provinces of Soria and Zaragoza and in the historical limit between the Crowns of Castile and Aragon: this is the reason for its name. The castle dominates the hedge of the plain-moors that surround the Valley of Nágima River. It is a castle with courtyard and a high tower in the western flank. The paper analyzes the castle in four main levels. All references about the castle are studied to draw a historical narration and to relate with the territory and other fortifications, both Castilian and Aragonese. Despite its advanced state of ruin, it preserves many rests that allow making an analysis of its defensive elements and constructive aspects. Resumen La torre de Martín González, también conocida como el castillo de La Raya, se sitúa en el límite actual entre las provincias de Soria y Zaragoza y en el límite histórico entre las coronas de Castilla y Aragón. Domina el extremo de los páramos que circundan el río Nágima. Es un castillo de tipo torrejón con patio de armas y una torre del homenaje adosada a su flanco occidental. El análisis contempla cuatro niveles fundamentales para el entendimiento de la arquitectura fortificada. La comunicación revisa la documentación existente sobre los elementos históricos que se ponen en relación, mediante el análisis territorial, con el sistema fortificado de frontera. A pesar de su avanzado estado de ruina, conserva restos que permiten realizar una lectura interpretativa de sus elementos defensivos y de sus aspectos constructivos.

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Estudio histórico documental de la documentación relativa al siglo XIII sobre el edificio medieval y de la comunidad monástica que lo habitó (1218-1575)

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La escalera de caracol es uno de los elementos que mejor define la evolución de la construcción pétrea a lo largo de nuestra historia moderna. El movimiento helicoidal de las piezas de una escalera muestra, con frecuencia, el virtuosismo que alcanzaron los maestros del arte de la cantería y la plasticidad, expresividad y ligereza de sus obras. A pesar de su origen exclusivamente utilitario y de su ubicación secundaria, se convertirán en signo de maestría y en elementos protagonistas del espacio que recorren y de la composición de los edificios, como es el caso de las grande vis de los Châteaux franceses del XVI como Blois, Chateaudun o Chambord o los schlosses alemanes como el de Hartenfels en Torgau. Este protagonismo queda patente en los tratados y manuscritos de cantería, elaborados fundamentalmente en España y Francia, a partir del siglo XVI que recogen un gran número de variantes de escaleras de caracol entre sus folios. Breve historia de la escalera de Caracol Los ejemplos más antiguos conocidos de escaleras de caracol en Occidente provienen de los primeros siglos de nuestra era y están asociados a construcciones de tipo conmemorativo, funerario o civil, romanas. Destaca de entre ellas la columna trajana, construida en el 113 por Apolodoro de Damasco en los Foros de Roma. Esta columna, conservada en la actualidad, fue profusamente representada por los tratados de arquitectura desde el Renacimento como el de Serlio, Caramuel, Piranesi, Rondelet y, más recientemente, Canina. Choisy describe en El arte de construir en Bizancio un grupo de escaleras de caracol cubiertas por bóvedas helicoidales y construidas entre el siglo IV y VIII; a esta misma época pertenecen otras escaleras con bóvedas aparejadas de forma desigual con sillarejos y sillares de pequeño tamaño sin reglas de traba claras, pensadas al igual que las de Choisy para ser revestidas con un mortero. Herederas de estas bóvedas de la antigüedad son las escaleras de caracol de la Edad Media. Así las describe Viollet le Duc: “compuestas por un machón construido en cantería, con caja perimetral circular, bóveda helicoidal construida en piedra sin aparejar, que se apoya en el machón y sobre el paramento circular interior. Estas bóvedas soportan los peldaños en los que las aristas son trazadas siguiendo los radios del círculo”. En esta misma época, siglos XI y XII, se construyen un grupo de escaleras de caracol abovedadas en piedra de cantería vista: las de la torre oeste de Notre Dame des Doms en Avignon, las de la tour de Roi, de Évêque y Bermonde de los Chateaux de Uzés, las gemelas de las torres de la Catedral Saint Théodorit de Uzés y la conocida escalera del transepto de la Abadía de Saint Gilles. Ésta última dará el nombre a uno de los modelos estereotómicos de mayor complejidad del art du trait o arte de la cantería: la vis Saint Gilles, que aparece en la mayoría de los textos dedicados al corte de piedras en España y Francia. La perfección y dificultad de su trazado hizo que, durante siglos, esta escalera de caracol fuera lugar de peregrinación de canteros y se convirtiera en el arquetipo de un modelo representado con profusión en los tratados hasta el siglo XIX. A partir del siglo XIII, será el husillo el tipo de escalera curva que dará respuesta a las intenciones de la arquitectura a la “moderna” o gótica. Estas escaleras con machón central se generalizarán, insertándose en un complejo sistema de circulaciones de servicio, que conectaban por completo, en horizontal y vertical, los edificios. Estos pasadizos horizontales y estas conexiones verticales, hábilmente incorporadas en el espesor de contrafuertes, machones, esquinas, etc, serán una innovación específicamente gótica, como señala Fitchen. La pieza de peldaño, que se fabrica casi “en serie” reflejará fielmente el espíritu racional y funcionalista de la arquitectura gótica. Inicialmente los peldaños serán prismáticos, sin labrar por su cara interior; después, éstos darán paso a escaleras más amables con los helicoides reglados formando su intradós. Insertos en construcciones góticas y en convivencia con husillos, encontramos algunos ejemplos de escaleras abovedadas en el siglo XIII y XIV. Estamos hablando de la escalera de la torre este del Castillo de Maniace en Siracusa, Sicilia y la escalera de la torre norte del transepto de la Catedral de Barcelona. En ambos casos, los caracoles se pueden relacionar con el tipo vis de Saint Gilles, pero incorporan invariantes de la construcción gótica que les hace mantener una relación tipológica y constructiva con los husillos elaborados en la misma época. En la segunda mitad del siglo XV aparecen, vinculadas al ámbito mediterráneo, un conjunto de escaleras en las que el machón central se desplaza transformándose en una moldura perimetral y dejando su lugar a un espacio hueco que permite el paso de la luz. Los tratados manuscritos de cantería que circulan en el XVI y XVII por España recogen el modelo con su denominación: caracol de Mallorca. Varios autores han mantenido la tesis de que el nombre proviene de la escalera situada en la torre noroeste de la Lonja de Palma de Mallorca. Los Manuscritos y tratados de Cantería y las escaleras de caracol Coincidiendo con la apertura intelectual que propicia el Renacimiento se publican algunos tratados de arquitectura que contienen capítulos dedicados al corte de las piedras. El primero de ellos es Le premier tome de l’Architecture de Philibert de L’Orme, publicado en 1567 en Francia. En España tenemos constancia de la existencia de numerosos cuadernos profesionales que circulaban entre los canteros. Varias copias de estos manuscritos han llegado hasta nuestros días. Los más completos son sin duda, las dos copias que se conservan del tratado de arquitectura de Alonso de Vandelvira, una en la Biblioteca Nacional y otra en la Biblioteca de la Escuela de Arquitectura de la Universidad Politécnica de Madrid y el manuscrito titulado Cerramientos y trazas de Montea de Ginés Martínez de Aranda. Todas estas colecciones de aparejos, con excepción de la atribuida a Pedro de Albiz, presentan trazas de escaleras de caracol. En los siglos XVII y XVIII los textos en España más interesantes para nuestras investigaciones son, como en el XVI, manuscritos que no llegaron a ver la imprenta. Entre ellos destacan De l’art del picapedrer de Joseph Gelabert y el Cuaderno de Arquitectura de Juan de Portor y Castro. Estos dos textos, que contienen varios aparejos de caracoles, están claramente vinculados con la práctica constructiva a diferencia de los textos impresos del XVIII, como los del Padre Tosca o el de Juan García Berruguilla, que dedican algunos capítulos a cortes de Cantería entre los que incluyen trazas de escaleras, pero desde un punto de vista más teórico. Podemos agrupar las trazas recogidas en los manuscritos y tratados en cinco grandes grupos: el caracol de husillo, el caracol de Mallorca, los caracoles abovedados, los caracoles exentos y los caracoles dobles. El husillo, de procedencia gótica, permanece en la mayoría de nuestros textos con diferentes denominaciones: caracol de husillo, caracol de nabo redondo o caracol macho. Se seguirá construyendo con frecuencia durante todo el periodo de la Edad Moderna. Los ejemplares más bellos presentan el intradós labrado formando un helicoide cilíndrico recto como es el caso del husillo del Monasterio de la Vid o el de la Catedral de Salamanca o un helicoide axial recto como en el de la Capilla de la Comunión en la Catedral de Santiago de Compostela. La diferencia estriba en la unión del intradós y el machón central: una amable tangencia en el primer caso o un encuentro marcado por una hélice en el segundo. El segundo tipo de caracol presente en casi todos los autores es el caracol de Mallorca. Vandelvira, Martínez de Aranda, y posteriormente Portor y Castro lo estudian con detenimiento. Gelabert, a mediados del siglo XVII, nos recordará su origen mediterráneo al presentar el que denomina Caracol de ojo abierto. El Caracol de Mallorca también estará presente en colecciones de aparejos como las atribuidas a Alonso de Guardia y Juan de Aguirre, ambas depositadas en la Biblioteca Nacional y en las compilaciones técnicas del siglo XVIII, de fuerte influencia francesa, aunque en este caso ya sin conservar su apelación original. El Caracol que dicen de Mallorca se extiende por todo el territorio peninsular de la mano de los principales maestros de la cantería. Los helicoides labrados con exquisita exactitud, acompañados de armoniosas molduras, servirán de acceso a espacios más representativos como bibliotecas, archivos, salas, etc. Es la escalera de la luz, como nos recuerda su apelación francesa, vis a jour. Precisamente en Francia, coincidiendo con el renacimiento de la arquitectura clásica se realizan una serie de escaleras de caracol abovedadas, en vis de Saint Gilles. Los tratados franceses, comenzando por De L’Orme, y siguiendo por, Jousse, Derand, Milliet Dechales, De la Hire, De la Rue, Frezier, Rondelet, Adhémar o Leroy, entre otros, recogen en sus escritos el modelo y coinciden en reconocer la dificultad de su trazado y el prestigio que adquirían los canteros al elaborar este tipo de escaleras. El modelo llega nuestras tierras en un momento histórico de productivo intercambio cultural y profesional entre Francia y España. Vandelvira, Martínez de Aranda y Portor y Castro analizan en sus tratados la “vía de San Gil”. En la provincia de Cádiz, en la Iglesia Mayor de Medina Sidonia, se construirá el más perfecto de los caracoles abovedados de la España renacentista. También en la provincia de Cádiz y vinculadas, posiblemente, a los mismos maestros encontramos un curioso grupo de escaleras abovedadas con generatriz circular horizontal. A pesar del extenso catálogo de escaleras presentes en la tratadística española, no aparece ninguna que muestre una mínima relación con ellas. Desde el punto de vista de la geometría, estamos ante uno de los tipos de escaleras que describe Choisy en El arte de construir en Bizancio. Se trata de escaleras abovedadas construidas por hojas y lechos horizontales. Los caracoles abovedados tendrán también su versión poligonal: la vis Saint Gilles quarré o el caracol de emperadores cuadrado en su versión vandelviresca. Las soluciones que dibujan los tratados son de planta cuadrada, pero la ejecución será poligonal en los raros ejemplos construidos, que se encuentran exclusivamente en Francia. Su geometría es compleja: el intradós es una superficie reglada alabeada denominada cilindroide; su trazado requiere una habilidad extrema y al ser un tanto innecesaria desde el punto de vista funcional, fue muy poco construida. Otro tipo de escalera habitual es la que Vandelvira y Martínez de Aranda denominan en sus tratados “caracol exento”. Se trata de una escalera volada alrededor de un pilar, sin apoyo en una caja perimetral y que, por lo tanto, debe trabajar en ménsula. Su función fue servir de acceso a espacios de reducidas dimensiones como púlpitos, órganos o coros. Encontramos ejemplos de estos caracoles exentos en el púlpito de la catedral de Viena y en España, en la subida al coro de la Iglesia arciprestal de Morella en Valencia. El largo repertorio de escaleras de caracol prosigue en los tratados y en las múltiples soluciones que encontramos en arquitecturas civiles y religiosas en toda Europa. Hasta varios caracoles en una sola caja: dobles e incluso triples. Dobles como el conocido de Chambord, o el doble husillo del Convento de Santo Domingo en Valencia, rematado por un caracol de Mallorca; triples como la triple escalera del Convento de Santo Domingo de Bonaval en Santiago de Compostela. La tratadística española recogerá dos tipos de caracoles dobles, el ya comentado en una sola caja, en versiones con y sin machón central, definidos por Martínez de Aranda, Juan de Aguirre, Alonso de Guardia y Joseph Gelabert y el caracol doble formado por dos cajas diferentes y coaxiales. Vandelvira lo define como Caracol de Emperadores. Será el único tipo de caracol que recoja Cristobal de Rojas en su Teoría y Práctica de Fortificación. No hay duda que las escaleras de caracol han formado parte de un privilegiado grupo de elementos constructivos en constante evolución e investigación a lo largo de la historia de la arquitectura en piedra. Desde el cantero más humilde hasta los grandes maestros catedralicios las construyeron y, en muchos casos, crearon modelos nuevos en los pergaminos de sus propias colecciones o directamente sobre la piedra. Estos modelos casi experimentales sirvieron para encontrar trabajo o demostrar un grado de profesionalidad a sus autores, que les hiciera, al mismo tiempo, ganarse el respeto de sus compañeros. Gracias a esto, se inició un proceso ese proceso de investigación y evolución que produjo una diversidad en los tipos, sin precedentes en otros elementos similares, y la transferencia de procedimientos dentro del arte de la cantería. Los grandes autores del mundo de la piedra propusieron multitud de tipos y variantes, sin embargo, el modelo de estereotomía tradicionalmente considerado más complejo y más admirado es un caracol de reducidas dimensiones construido en el siglo XII: la Vis de Saint Gilles. Posiblemente ahí es donde reside la grandeza de este arte.

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Uno de los capítulos más interesantes del gótico europeo lo constituyen las bóvedas sexpartitas, sin lugar a dudas una de las bóvedas más singulares jamás creadas dentro de este estilo. Las primeras bóvedas góticas, en cruce de ojivas y de planta cuadrada, limitaban su uso a espacios relativamente pequeños, pero ante la necesidad de cubrir espacios de considerables dimensiones, apareció una nueva bóveda de características muy peculiares; la sexpartita. Esta bóveda en cruce de ojivas está reforzada por el centro con un arco paralelo a los arcos fajones que la divide por la mitad y que fragmenta el arco formero en dos, creando una pareja de ventanales en cada lado. La sencilla superficie en bóveda de arista, en el origen de las bóvedas de crucería, se complica extraordinariamente creando una volumetría de gran complejidad con seis cuarteles de plementería y con seis apoyos de distinto tamaño, cuatros esquineros y dos centrales más pequeños. Las dificultades que implica la construcción de este tipo de bóvedas explican quizás su abandono prematuro y la vuelta a la bóveda de crucería simple, ahora de tramos rectangulares. No obstante, a pesar de su corta existencia, la bóveda sexpartita fue la gran protagonista de los inicios del gótico y con ella se llevaron a cabo importantes abovedamientos, desde Inglaterra hasta Rumanía. La disciplina de la Historia de la Construcción se vio extraordinariamente favorecida por los estudios realizados en el siglo XIX, sin embargo su investigación se abandona durante el siglo XX para ser recuperada recientemente. Viollet-le-Duc, a finales del s. XIX, hace una sucinta explicación de este tipo de bóvedas. También Auguste Choisy, más tarde, dedica unas páginas a la bóveda sexpartita francesa; desde entonces, este tema, ha merecido escasísimas referencias en los estudios posteriores. Esta investigación se enmarca en este contexto y pretende poner de manifiesto los conocimientos geométricos y constructivos que hicieron posible la realización de las bóvedas sexpartitas europeas. Para ello se ha llevado a cabo la investigación de las principales bóvedas en Europa occidental; Francia, España, Inglaterra, Alemania, Suiza e Italia. Su estudio comparativo nos ha permitido poner de manifiesto sus características constructivas comunes y aquellos aspectos propios de cada país, así como algunos de los canales de comunicación que permitieron la expansión de esta arquitectura. Las nuevas tecnologías de medición, el escáner láser, la estación total, la fotogrametría, etc., han supuesto una revolución para la documentación y restauración del Patrimonio y un salto cualitativo formidable para el análisis de las bóvedas góticas, permitiendo estudios de la arquitectura histórica hasta ahora inabordables. Para realizar el análisis de las bóvedas sexpartitas europeas se ha llevado a cabo un levantamiento exhaustivo de las mismas, lo que ha permitido definir su despiece, obteniendo la forma de la talla de cada uno de los elementos constructivos que la componen; jarjas, dovelas, claves y plementería. La obtención de estos datos nos ha permitido abordar un profundo estudio de su estereotomía y construcción, aportando datos inéditos hasta el momento. Por otro lado se ha llevado a cabo la detección y catalogación de las principales bóvedas sexpartitas que aún se conservan en Europa. Los estudios realizados nos permiten afirmar que la bóveda sexpartita surge en Francia en la segunda mitad del siglo XII, utilizándose en las principales catedrales francesas, como Notre Dame de Paris, Bourges o Laon. A comienzos del siglo XIII cae en desuso en Francia y comienza su expansión por el resto de Europa, donde se abandona medio siglo después, desapareciendo definitivamente del gótico europeo. Mientras que los ejemplos que datan del siglo XII muestran soluciones escasamente desarrolladas y propias del románico, las bóvedas construidas en el siglo XIII muestran soluciones enormemente complejas, con grandes jarjamentos e inteligentes estrategias constructivas y geométricas que permiten la simplificación de sus estructuras auxiliares y una mayor libertad en su diseño. Estas bóvedas son el reflejo del desarrollo de la estereotomía gótica en sus comienzos por lo que su estudio nos ha permitido conocer el desarrollo y la evolución del gótico primitivo en Europa. ABSTRACT One of the most interesting chapters of European Gothic is the sexpartite vault, without doubt one of the most remarkable vaults ever created within this style. The first Gothic vaults, with crossed ribs on a square base, were restricted to relatively small areas, but a new vault, with very particular characteristics emerged to address the need to cover spaces of considerable size; the sexpartite vault. This cross-ribbed vault is reinforced in the centre by an arch that runs parallel to the transverse arches, divides the vault in half and splits the wall arch in two, creating a pair of windows, one on each side. The simple groin vault surface, the source of ribbed vaults, was greatly complicated creating a highly complex volume with six sections of severies and with six supports of different sizes, four on the corners and two smaller central ones. The construction difficulties involved in building this type of vault may explain its premature abandonment and a return to the simple cross-ribbed vault, now in rectangular sections. However, despite its brief existence, the sexpartite vault was the great protagonist of the beginnings of Gothic architecture and important vaulting was built using this system from England to Romania. Studies undertaken in the 19th century helped the History of Construction as a discipline tremendously. Research was abandoned during the twentieth century however, and has only recently been taken up again. Towards the end of the 19th century, Viollet-le-Duc gave a brief description of this type of vault. Later, Auguste de Choisy also devoted some pages to the French sexpartite vault; since then, later studies have made very few references to it. Against this background, this research now attempts to bring to light the knowledge of geometry and construction that made the construction of the European sexpartite vault possible. To this end, the main vaults in Western Europe - France, Spain, England, Germany, Switzerland and Italy, have been studied. By making a comparative study we have been able to reveal the common construction features and those that are specific to each country, as well as some of the channels of communication that enabled this architecture to spread. New measuring technologies, the laser scanner, total station, photogrammetry, etc., have given rise to a revolution in heritage documentation and restoration, as well as facilitating a huge qualitative leap for the analysis of Gothic vaults, enabling studies of historical architecture that until now were inaccessible. A comprehensive survey was carried out to be able to analyse European sexpartite vaults. We could thus create an exploded view, which enabled us to obtain the form of each of the elements; tas-de-charges, voussoirs, keystones and severies. The data gathered provided previously unknown facts that enabled us to make an in-depth study of stereotomy and construction. Furthermore, the main sexpartite vaults still preserved in Europe have been identified and categorised. The studies undertaken allowed us to affirm that the sexpartite vault appeared in France in the second half of the twelfth century, being used in the main French cathedrals, such as Notre Dame de Paris, Bourges or Laon. At the beginning of the thirteenth century it fell into disuse in France and began to expand throughout the rest of Europe, where it was abandoned half a century later, disappearing from European Gothic for good. While the examples dating back to the 12th century display poorly developed solutions more characteristic of the Romanesque, the vaults built in the 13th century reveal enormously complex solutions, with large tas-de-charges and intelligent construction and geometric strategies that allowed auxiliary support structures to be simplified, and gave more freedom to design. These vaults reflect the beginnings of Gothic stereotomy and by studying them we have been able to learn more about the development and evolution of Early Gothic architecture in Europe.