Educación y conflicto : retos y necesidades para construir centros educativos convivenciales.

Resumen tomado de la página web de la publicación

Con esta ponencia se quiere abordar dos aspectos esenciales en la necesaria e inaplazable tarea de educar para la convivencia. En primer lugar entendemos imprescindible abordar la relación educación y conflicto, en tanto en cuanto no hay posibilidad de convivencia sin conflictos, de sociedades sin conflictos, de centros sin conflictos, etc. En este sentido, la primera idea que estamos constatando en los últimos años es la enorme presencia de la visión negativa del conflicto en el conjunto de la sociedad y muy particularmente en el profesorado y alumnado. Esta creencia lleva, en muchos casos, a considerar como centro educativo ideal aquel en el que no existen conflictos; en el que, por ejemplo, el profesorado podría 'entregarse a la enseñanza de nuevos conocimientos sin apenas impedimentos por parte de los alumnos'. Desde esta perspectiva estudiantes y profesorado modélicos serían aquellos que no planteasen conflictos. Sin embargo, esta visión, además de acientífica, presenta serios obstáculos y desventajas para poder encarar la función docente con más garantías de éxito. Por ello entendemos que es literalmente imposible disociar educación de conflicto, al igual que no podemos separar convivencia de conflicto. Y ello, fundamentalmente, porque el conflicto es consustancial a la vida, y por consiguiente puede estar presente en todos los ámbitos de la vida. Frente a la visión aconflictiva es necesario partir de la naturaleza conflictiva de los centros educativos para desde ahí considerar al conflicto como un reto y una oportunidad educativa para construir centros convivenciales. Desde este punto de partida llegamos al segundo aspecto esencial que anunciamos, los retos y necesidades para construir centros educativos convivenciales. El primero tiene que ver precisamente con la necesidad de aprender a convivir con el conflicto de forma positiva. Para ello debemos diferenciar el conflicto, como estado natural, de la violencia, como una respuesta posible a un conflicto entre otras muchas. Educar para la convivencia significa asumir este reto, al mismo tiempo que se rechaza la violencia como forma de resolución de conflictos. En segundo lugar, el aprendizaje de la convivencia no se conforma únicamente en los centros educativos. Aprender a convivir de una u otra forma se aprende también en el grupo de iguales, en la familia y a través de los medios de comunicación, fundamentalmente. Además de estos ámbitos más próximos a los estudiantes y profesorado, tampoco podemos olvidar un ámbito más macro que tiene que ver con los contextos económicos, sociales y políticos en los que estamos inmersos. Estos diversos ámbitos de socialización pueden, y de hecho entran también en conflicto en el que no siempre la escuela se encuentra ni bien preparada ni apoyada. En tercer lugar, el aprendizaje de la convivencia exige explicitar que tipo de convivencia queremos y desde que parámetros se va a construir. Desde nuestra perspectiva defendemos la convivencia democrática en una sociedad cada vez más multicultural y desde los valores de una cultura de paz. En cuarto lugar, el aprendizaje de la convivencia afecta a varias dimensiones de nuestra labor educativa como docentes. Entre ellas exponemos, de forma sintética, las que en nuestra opinión deberíamos abordar colegiadamente: - La creación de grupo - La gestión democrática - La necesidad de la disciplina democrática, y con ella las normas de clase y de centro, el cuestionamiento de los reduccionismos explicativos de la indisciplina, etc. - Currículum. Dos aspectos esenciales. En primer lugar analizar la situación de la transversalidad. En segundo lugar implantar tres itinerarios básicos: educación para el conflicto: programas específicos de resolución de conflictos, la educación afectiva y las relaciones interpersonales, la educación para la paz y los derechos humanos.