2 resultados para LITERATURAS ESTRANGEIRAS MODERNAS

em Universidade Complutense de Madrid


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La novela criminal experimenta en la actualidad un momento de esplendor en las distintas literaturas que se desarrollan en el Estado español, debido al aumento en el número de autores, lectores y obras publicadas. No ha sido un camino fácil, pues este género se ha adaptado tardíamente a la realidad española. De hecho, hasta la década de 1970, cuando la Dictadura franquista llegaba a su fin, no hubo una verdadera tradición de novela criminal urbana en España. En 1974, Manuel Vázquez Montalbán publicó la obra Tatuaje, primera en la que el personaje de Pepe Carvalho aparecía como detective e inicio de la saga más relevante en España. El desarrollo del género fue dispar en las diferentes literaturas del Estado, y mientras Cataluña ya contaba con un respetable bagaje –autores como Manuel de Pedrolo, Rafael Tasis, Jaume Fuster…–, en el País Vasco comenzaba a emplearse el género, y en Galicia y Canarias habría que esperar hasta las décadas de 1980 y de 1990, respectivamente. Esta desigual adaptación de la novela criminal propicia la aparición de diferentes modelos urbanos en las distintas obras y literaturas a las que se adscriben. La ciudad es un elemento característico del género, pues su nacimiento está directamente relacionado con la Revolución Industrial: es cuando surgen las urbes y las sociedades modernas y una burguesía con gran poder adquisitivo y aumenta la población alfabetizada. Es en las ciudades donde se desarrollan las tramas criminales y violentas, pues estas fomentan el anonimato de los asesinos, la creación de cuerpos policiales y la presencia de detectives privados...

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En las páginas que conforman este trabajo hemos pretendido dibujar la línea que define el arquetipo de la mujer fatal encarnado en el personaje parabíblico de Lilith. Durante más de 3000 años, primero a través de relatos mitológicos, representaciones artísticas ornamentales o rituales, y narraciones folclóricas, y después desde la literatura y la pintura, la imagen arquetípica de la femme fatale ha estado presente en el imaginario colectivo occidental. A lo largo de todos estos milenios, Lilith y su arquetipo han reunido en sí una serie de mitemas o características que podemos dividir en dos tipos o niveles: estructurales, que son aquellos sin cuya presencia no es posible hablar del arquetipo mítico de la mujer fatal, a saber, la sexualidad visible y agresiva y su deseo de dañar a otros, principalmente a los hombres; y en segundo lugar, los mitemas ornamentales o circunstanciales, muchas veces propios de un paradigma determinado (clásico o romántico, por ejemplo) que pueden fluctuar en su representación y que nos ayudan a situar el arquetipo en el tiempo y el espacio. Hemos concretado el mito original de Lilith como la encarnación de una lección moral simbólicamente relatada. Pese a que los matices de significado que este mito revela pueden tener mínimas variaciones a lo largo del tiempo (a las que que hemos denominado mitemas circunstanciales u ornamentales), la base sobre la que se desarrolla es pétreamente invariable: la mujer fuerte es peligrosa para el hombre y para la sociedad en la que vive. Con respecto a los mitemas estructurales, Lilith se define desde los inicios como la representación conceptual de lo que de agresivo existe en la psique femenina. Tanto desde sus inicios como las terribles diosas mesopotámicas Istar o Inanna, representaciones de mujeres guerreras y sanguinarias, como en su desarrollo dentro del mito hebreo, del que conocemos un mayor número de detalles con respecto a sus hábitos de devoradora de niños y semen y cruel torturadora de hombres, hasta sus herederas en la literatura clásica, claros ejemplos de crueldad (Medea, Clitemnestra...)...